BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

BIBLIOTECAS, BIBLIOTECARIOS Y C AMBIO SOCIAL

La búsqueda de alternativas de quienes encarnamos las instituciones bibliotecarias está en concordancia, sin duda, con el proceso conocido como cambio social, el cual, según entendemos, tiende hacia la modificación de la estructura social, es decir, apunta hacia la innovación de las relaciones entre las instituciones y los grupos sociales que conforman la sociedad.

Los bibliotecarios, profesionales y auxiliares, para que logremos incidir en los procesos que implican cambios sociales podemos motivarnos a través de la diversidad de factores económicos, políticos, sociales, ideológicos y culturales que de manera directa o indirecta afectan nuestras fuentes de trabajo.

A menudo leemos, observamos y escuchamos que las bibliotecas son instituciones que contribuyen al cambio social. Esto es cierto porque ellas coadyuvan a la transformación y al desarrollo social. La historia de estos espacios públicos, libres y gratuitos para todos los habitantes de la comunidad, es clara en este sentido. Pero hay que agregar que los centros bibliotecarios también son organismos de cambio político. James Thompson, en su célebre libro Library power (London : Clive Bingley, 1974), afirma que las bibliotecas, desde una perspectiva general, “son instrumentos de cambio social y político”. Empero, las bibliotecas no sólo son dispositivos que favorecen el presente cambio social sino que también son un producto cultural de los cambios sociales y políticos que se han suscitado en el pasado.

En esta perspectiva, bibliotecas y cambios sociales son dos fenómenos correlativos. El centro bibliotecario está ideado para estar presente en todas las etapas y las relaciones que conforman la vida social e individual de las personas. De esta forma, se trabaja alrededor del mundo para que las instituciones bibliotecarias se conviertan y se consoliden en una fuerza social, capaz de producir cambios en las diferentes capas e instituciones que constituyen la organización en sociedad. Desde este ángulo, las bibliotecas son símbolos de cambios sociales importantes; son motores culturales que pueden provocar relevantes cambios en materia de comportamiento ciudadano en las diferentes esferas de la sociedad y del Estado. Así que las bibliotecas siguen siendo, acorde con los avances del conocimiento tecnológico y científico, factor y objeto del cambio social. Desde esta óptica, ellas son, en efecto, una fuente institucional de cambio, empero, en virtud de su naturaleza, también están sujetas a los diversos procesos de cambios sociales y políticos. En esta contextura, los bibliotecarios son (la minoría) protagonistas y (la mayoría) simples observadores de esos cambios.  

El modelo que considera a las bibliotecas como elemento de cambio social se construye sobre la convicción de que estas instituciones pueden producir importantes impactos en la sociedad mediante el acceso y el uso libre de los acervos que desarrollan y los servicios de información que gestionan los trabajadores de la biblioteca. Actos de trabajo profesional y auxiliar conjunto que implican acción social. Consecuentemente, los trabajadores bibliotecarios estamos convocados a participar activamente en el fomento del cambio social y político. Y así es porque somos personas constitutivamente sociales y políticas; porque las bibliotecas y quienes las hacemos funcionar no estamos al margen de lo social ni fuera de lo político; porque, en fin, las bibliotecas sirven en un entramado de política social, es decir, de cultura política y política cultural. En razón de esto, necesitamos esforzarnos para crear foros de diálogo, círculos de estudio, grupos de intercambio de ideas, centros de formación política, clubes de debate comunitario, entre otros mecanismos de reflexión y acción, de praxis bibliotecaria. La práctica bibliotecaria (biblioteconomía) es tanto social como política porque reconoce e involucra valores, proyectos, actos y utopías que reproducen, legitiman, cuestionan o transforman las relaciones predominantes que prevalecen en la sociedad; el trabajo bibliotecario nunca ha sido ni es ni será neutral, pues siempre ha estado, está y estará a favor del opresor o del oprimido, de la dominación o de la liberación. Maticemos esto.

Tradicionalmente, en los ámbitos profesionales se ha impuesto una percepción que tiende a identificar a las bibliotecas como instituciones "neutras". Es decir, a partir del supuesto que las bibliotecas deben ser entidades incluyentes, abiertas, en donde deben evitarse (o minimizarse) las contradicciones y los conflictos de clase, género, pertenencia política, opción sexual, creencia religiosa. Así, se ha implementado un modelo aséptico que evita las polémicas o la representación de rupturas. Todo referente político, de compromiso social, de identidad ideológica, suele quedar reducido al contenido de los textos y bajo la responsabilidad de sus autores, cómodamente resguardados en los estantes y archiveros. Esto hace suponer que las bibliotecas y su personal son sólo agentes, y nunca actores; proyecciones incompletas de la realidad.

La conducta social de nosotros, los trabajadores bibliotecarios, debe estar fundada en valores tales como la cooperación, la solidaridad, el respeto a la diferencia, la libertad, la equidad, la igualdad, y la justicia. Nuestro trabajo debe guiarse por estos valores que rechazan la exclusión social; que cultivan, por ende, la inclusión social. Hoy es ineludible un nuevo paradigma del trabajo bibliotecario, mismo que esté basado en una tesis de principios, de ética social, de necesidad de cambios sociales profundos y extensos, y no solamente orientado por la serie de procesos técnicos que minusvalora el papel social y político tanto de la biblioteca como de quienes la hacen funcionar como un bien público. De tal modo, la práctica bibliotecaria requiere de una revolución cultural que ayude a impulsar, junto con otras prácticas culturales, cambios sociales que apunten a la gestación de la emancipación de mujeres y hombres.

La lucha contra la exclusión social debe ser a favor de los derechos económicos, sociales, étnicos, culturales y políticos, pero no solamente de los usuarios de las bibliotecas, sino también de sus bibliotecarias y bibliotecarios. Esta lucha conlleva realizar acción colectiva contra, por ejemplo, la segregación, el desempleo, la discriminación de las minorías, el acoso de género, la negación de oportunidades, los obstáculos legales y la marginación de usuarios y de personal de biblioteca. Batallas sociales y políticas que cuestionen el orden social fundado en lacras como la injusticia, la dominación y las desigualdades abismales. Luchas, en consecuencia, basadas en acciones que quiebren los esquemas injustos preestablecidos. Los bibliotecarios no podemos ni debemos quedarnos al margen de las disputas que significan cambio social.

Los problemas de las bibliotecas, consecuentemente los de los trabajadores de éstas, son siempre problemas sociales y políticos, pues tienen que ver con el mundo que diariamente nos empeñamos en construir mediante el servicio y la convivencia con las diversas comunidades de lectores y usuarios, con la sociedad. En tiempos difíciles las acciones de organización alternativa, de trabajo colectivo, tanto en la teoría como en la práctica, son preponderantes. La suma de puntos de vista y de esfuerzos individuales y colectivos puede apuntar hacia el lema: «construyendo proyectos para el cambio social». Estas acciones deben ser aspiraciones de política ciudadana. Sin esta naturaleza de acciones sociales, no puede haber movimientos sociales y sin estos movimientos no hay cambios sociales. En concordancia con esto, se sugiere esta consigna progresista: ¡Servicio, Trabajo y Cambio Social!


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.