BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

LA RESPONSABILIDAD CULTURAL DEL PERSONAL BIBLIOTECARIO

El personal bibliotecario tiene también una relevante responsabilidad cultural frente a la sociedad y el Estado. Los diferentes tipos de bibliotecas responden, en concordancia con sus acervos que desarrollan y sus servicios que gestionan, a determinadas necesidades culturales de información, educación y recreación. Estos centros al servicio de las comunidades de usuarios que atienden tienen la responsabilidad institucional de fomentar, construir y defender la identidad cultural de las personas, las naciones y los pueblos. Motivo por el que entre sus funciones destaca su labor tanto para conservar y preservar los acervos impresos y digitales, como para hacer efectivo el acceso y el uso de la información documental. En este sentido, convenimos en que las bibliotecas bien gestionadas son: 1] instituciones aptas para la construcción de una fuerte identidad cultural; 2] monumentos cívico-culturales de una nación; y 3] recursos simbólicos de la herencia cultural de la humanidad para ser trasmitida a las presentes y futuras generaciones. 

Por siglos, la biblioteca ha desempeñado un papel cultural vital en las sociedades de todo el mundo, y ahora estamos llegando a comprender hasta qué punto la biblioteca es una institución inmersa en el esfera cultural de la sociedad y en qué medida su estructura y funcionalidad características se determinan por su definición como una institución diseñada para consumir, preservar, transmitir y reproducir la historia de la civilización (Harris, 1999: 294).

En primera instancia, debemos recordar el significado cultural que tienen las bibliotecas en el orden histórico social. Los anales de la historia bibliotecaria muestran que éstas se encuentran en el curso general del desarrollo cultural de los pueblos civilizados, esto es, en la organización social de las tradiciones culturales que han producido, desde tiempos remotos, las sociedades urbanas en el marco histórico del proceso social. Así que la biblioteca es, en general, una tradición cultural porque evidencia los tres elementos esenciales de las grandes culturas de la humanidad que llegó a valorar el historiador cultural Raph Turner (1948: 1158), a saber: 1] el tecnológico, 2] el institucional y 3] el intelectual, Desde esta arista, los centros bibliotecarios son, desde la antigüedad, parte de la alta tradición intelectual, estructurada por los grupos letrados que comenzaron a cultivar por antonomasia cuatro tipos de saber: 1] el litúrgico (para la ejecución del culto público), 2] el meditativo (para alimentar cuestiones elevadas de la vida mediante la imaginación creadora), 3] el decorativo (para el mantenimiento del interés de clase y su refinamiento intelectual), y 4] el operativo (para el dominio del hombre y el control de la naturaleza) (Turner, 1948: 1186-1188). Así, la dinámica del trabajo bibliotecario corresponde al desarrollo de esos elementos y tipos de saber que se genera en la esfera del desarrollo cultural urbano. Trabajo que a partir del siglo XIX se extenderá al desarrollo cultural rural a través de algunos servicios de extensión bibliotecaria, destacando el servicio de biblioteca itinerante, ambulante o móvil.

La oferta cultural de un sistema bibliotecario nacional es de gran relevancia. En este sentido coincidimos cuando se afirma que las bibliotecas son una de las más importantes instituciones culturales, y cuya importancia en la sociedad estriba en su papel que desempeñan a través de ciertas funciones sociales (Kachanova, 2016:1376). Sabemos que una de las premisas fundamentales, en el marco sociológico del servicio de biblioteca en general, es su institucionalización social. En efecto, la biblioteca como institución social es un capítulo sustancial en la esfera de la sociología de la biblioteconomía (Rath y Rath, 1993:12). Este enfoque con el mundo de la cultura se relaciona cuando se afirma: “Una biblioteca moderna es una significativa institución social de cultura” (Kachanova, 2016: 1379) porque la función cultural que desempeña en el actual entramado de la sociedad es emblemática y típica. Si bien se ha pensado en la “biblioteca pública como lugar de cultura” (Silveira y Reis, 2011: 46) y desde hace mucho tiempo como “un centro de irradiación cultural” (Maurois, 1961: 18), podemos admitir que todos los tipos de instituciones bibliotecarias, diseminadas en los sectores públicos, sociales y privados, son notables espacios y claros indicios de cultura. En este sentido no está al margen ninguna plantilla de personal bibliotecario en relación con el cumplimiento que entraña la compleja función cultural. 

Para Kachanova la función social y la función cultural son funciones esenciales de las bibliotecas que se pueden moldear bajo el concepto de «función sociocultural», de la cual se derivan tres funciones básicas, a saber: 1] la función comunicativa, con el objetivo de garantizar la comunicación entre el documento y el usuario sobre la base de diversas formas y métodos de organización y prestación de servicios de información; 2] la función acumulativa, cuya finalidad es recopilar en un determinado sitio las colecciones de documentos en cuanto a forma y contenido, a tiempo y lugar, y diferentes autores, y 3] la función memorial, con la visión de conservar los documentos compilados para poder transmitir sus contenidos a las futuras generaciones (2016: 1377). Tríada de funciones que dimanan, en efecto, de la función sociocultural

El universo cultural bibliotecario está tradicionalmente relacionado con el mundo de la lectura, o mejor dicho, con el objeto cultural de la lectura: el libro, el cual en el reino de la cultura es un sistema de ideas que produce un fuerte efecto en todos sus lectores (Butler, 1952: 88). Así las cosas, el cosmos del personal bibliotecario está conformado por el universo de los libros (diversidad cultural bibliográfica) y el universo de las ideas (diversidad cultural de pensamientos). En este sentido la biblioteca es, como el lugar habitual para desarrollar, organizar y difundir las colecciones bibliográficas para su público, un microcosmos del complejo universo del libro (Butler, 1952: 89). La responsabilidad cultural de quienes crean, desarrollan y consolidan el servicio de biblioteca en general radica, en parte, en dominar el orbe bibliográfico desde todas sus aristas.

Consecuentemente, la tradición entre «cultura, libro y lectura» se inserta en la esfera multidimensional de las funciones sociales de las bibliotecas (Landheer, 1957: 51). El enfoque de la biblioteconomía rusa amplía esta perspectiva, pues su encauzamiento teórico apunta hacia la valoración del cometido cultural que tienen encomendado estas instituciones al expresar la autora: 

Cualquier biblioteca es, ante todo, una organización con misión cultural. Es la institución que permite a los usuarios acceder no sólo a los libros y a la información, sino a los valores culturales nacionales, permitiéndoles participar personalmente en su creación, debatir los procesos culturales, mostrar sus aspiraciones y capacidades creativas (Kachanova, 2016: 1379).

Las bibliotecas se posicionan como una institución sociocultural eficaz, proactiva y profesional, como un "patio de recreo" para la reconstrucción del entorno cultural, para celebrar reuniones creativas y de negocios, debates sobre temas actuales, conciertos, programas educativos, concursos, días de cultura de diversos pueblos y otros eventos diferentes para la organización de actividades de tiempo libre y el desarrollo social de los usuarios de la biblioteca (Kachanova, 2016: 1379).

Ideas que en cierta manera coinciden con lo que pensó el escritor francés André Maurois: “la biblioteca pública es un verdadero centro de irradiación cultural que propaga los conocimientos humanos y es fuente de grandes satisfacciones. Pone a disposición de los miembros de la comunidad un instrumento para la difusión de las ideas, y un medio para utilizar inteligentemente el tiempo libre” (1961:18). Pero no solamente las bibliotecas públicas son centros difusores de cultura y veneros de cumplimiento de necesidades socioculturales de información, pues en realidad todas las instituciones bibliotecarias, independientemente de su tipo, propalan patrimonios culturales y fungen como manantiales de satisfacciones intelectuales. El reconocimiento, por ejemplo, de la misión cultural de la biblioteca universitaria (García, 2008) sostiene esta aseveración, En este sentido es pertinente recordar la idea general que escribió Butler a mediados del siglo XX: “La biblioteca contribuye no sólo al bienestar de la civilización sino a su existencia” (1952: 91). La enorme responsabilidad cultural implica entonces trabajar en pos no solamente de situaciones de satisfacción sino además de conservación y estabilidad de la especie y sociedad humana; de su estado de progreso material, social, político, etcétera, propio de las sociedades civilizadas. Este es el ethos que penetra las diferentes actividades comunes que realiza el personal bibliotecario que hace funcionar todos los tipos de bibliotecas. Actividades como: 1] administrar la biblioteca; 2] desarrollar la colección; 3] hacer accesible el uso de la colección; y 4] servir a los usuarios (Gates, 1990: 107). Este trabajo profesional, estructurado en el marco de esta tétrada de tareas comunes que permiten visualizar la hechura de toda práctica bibliotecaria, muestra no solo la capacidad del personal de biblioteca sino también su importante contribución al desarrollo de la cultura de la sociedad a la que pertenece. En esta perspectiva, no cabe duda que estas instituciones documentales son uno de los motores de la cultura de la información bibliográfica. 

Un sistema bibliotecario nacional además de ser componente relevante de un sistema nacional de información, es elemento esencial del patrimonio cultural de la nación, es decir, del patrimonio cultural documental en general, y del patrimonio cultural bibliográfico en particular. Desde esta óptica, las bibliotecas son bienes tanto de valor informativo como de valor cultural. Son la base del servicio cultural para las presentes y futuras generaciones; son centros culturales que preservan y organizan sus acervos para que los use la comunidad. Así, el servicio de biblioteca es parte de la herencia cultural de la sociedad. 

Podemos concordar que las bibliotecas (públicas, populares, comunitarias, escolares, académicas, especializadas y nacionales) están ceñidas al mundo de la cultura porque sus colecciones, servicios y personal reverberan aspectos de socialidad (conjunto de características transpersonales con procedimientos de aprendizaje, convicciones, costumbres, etc.) y culturalidad (conjunto restringido de procedimientos bien delimitados que producen significado) de la comunidad (Pinxten y Verstraete, 2004: 15); y porque los propósitos del servicio de biblioteca reflejan ideales, creencias y valores (Jefferson, 1969: 117). Basándonos en la perspectiva general de Onghena (2009: 10), el trabajo del personal bibliotecario destella a todas luces una evidente acción cultural a través de dos vertientes: gestión cultural realizada por el personal coordinador de biblioteca con responsabilidad de administración pública; y práctica cultural que lleva a cabo el personal subalterno para apoyar el cumplimiento de esa responsabilidad. 

Pensemos, por ejemplo, en el papel que realizan las bibliotecas de embajadas alrededor del mundo. Estos centros bibliotecarios de carácter gubernamental, adheridos a la función política que debe desempeñar el Estado a través del poder Ejecutivo (encarnado en el Jefe de Estado y en el ministro de relaciones exteriores) para mantener buenas relaciones internacionales, son pilares esenciales en el marco de la diplomacia cultural, “piedra angular de la diplomacia pública” y “uno de los fundamentos clave del siglo XXI” (Saddiki, 2009: 109) para cultivar un mejor entendimiento entre los pueblos. Si para lograr los objetivos de esta diplomacia especial se recurre a varios mecanismos como programas de intercambio cultural, becas para intercambios de estudiantes y académicos, visitas culturales de artistas, celebración de eventos entre universidades e institutos de investigación, promoción de idiomas y publicaciones (Saddiki, 2009: 112), entonces las bibliotecas universitarias y/o académicas, especializadas y nacionales también tienden a ser importantes instituciones para tal efecto. Por lo tanto el personal bibliotecario que las hace funcionar tiene que asumir con claridad su responsabilidad cultural para apoyar esta naturaleza de diplomacia. La relevancia de los servicios bibliotecarios académicos y especializados en este contexto se comprende mejor cuando se asevera: “El aumento de las disputas culturales y religiosas, especialmente entre los mundos musulmán y occidental, ha conferido a académicos, universidades y centros de investigación una gran responsabilidad, haciéndoles adoptar un papel muy destacado en la diplomacia cultural” (Saddiki, 2009: 114).

Con base en lo escrito, el personal bibliotecario debe conocer y reconocer con claridad la responsabilidad que tiene en el desarrollo cultural de la nación a la que pertenece; la correlación entre «libros, bibliotecas y cultura» (Mukherji, 2015) es un histórico y extenso panorama que le puede ayudar a seguir sintiéndose convocado para continuar enriqueciendo el patrimonio cultural de la sociedad, del Estado y de la humanidad. 

Referencias

Butler, P. (1952). The cultural function of the library. The Library Quarterly: Information, Community, Policy. 22(2), 79-91

García García, J. (2008). La misión cultural de la biblioteca universitaria. Educación y Biblioteca. 20(165), 69-82

Gates, J. K. (1990). Introduction to librarianship. New York: Neal-Schuman.

Harris, H. H. (1999). History of libraries in the western world. 4th ed. Lanham, Maryland: The Scarecrow Press.

Jefferson, G. (1969). Libraries and society. Cambridge: James Clarke & Co.

Kachanova, E. I. (2016). Social functions of modern libraries as cultural institution. Journal of Siberian Federal University. Humanities & Social Sciences. 6 (9): 1376-1380 

Landheer, B. (1957). Social functions of libraries. New York, Scarecrow Press.

Maurois, A. (1961). La biblioteca pública y su misión. Paris: UNESCO. 

Mukherji, B. (2015). Books, libraries and culture. India: Concept Publishing Company.

Onghena, Y. (2009). Acción cultural inclusiva para un proyecto compartido. Revista CIDOB d’Afers Internacionals (88), 9-12

Pinxten, R., Verstraete, G. (2004). Culturalidad, representación y autorepresentación. Revista CIDOB d’Afers Internacionals. (66-67), 11-23 

Rath, M., Rath, P. (1993). Sociology of librarianship. Delhi: Pratibha Prakashan. 

Saddiki, S. (2009). El papel de la diplomacia cultural en las relaciones culturales. Revista CIDOB d’Afers Internacionals. (88), 107-118

Silveira, F. J. N., Reis, A. S. (2011). Biblioteca pública como lugar de práticas culturais: uma discussão sócio-histórica. Informação & Sociedade: Estudos. 21 (1), 37-54

Turner, Ralph (1948). Las grandes culturas de la humanidad. Tomo II. México: Fondo de Cultura Económica.


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.