BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA PÚBLICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - XXXIII

En el México del siglo XIX el gobierno republicano observó la necesidad de forjar una nueva identidad cultural. Pero ¿cómo cultivar esta identidad si la mayor parte de la población carecía del hábito de lectura de libros? ¿Cómo transmitir nuevos valores, símbolos y comportamientos cívicos entre la diversidad de grupos sociales si ellos no contaban con las necesarias imprentas, librerías y bibliotecas? Las bibliotecas con colecciones idóneas para fundar sentimientos de pertenencia a una reciente nación, y con servicios eficientemente orientados por políticas públicas para garantizar el libre acceso a libro y la lectura simplemente brillaban por su ausencia. Ante este panorama, ¿la Biblioteca Palafoxiana qué papel desempeño en esos tiempos como supuesta “biblioteca pública”?   

 

Altamirano al referirse en una de sus crónicas a la “biblioteca antigua de Catedral” ubicada en la ciudad de Puebla, es decir, a la Biblioteca Palafoxiana, advirtió en la revista literaria que fundó El Renacimiento: “Esta biblioteca no recibe ninguna de las obras que se han publicado en México de diez años a esta parte, y apenas le llega uno que otro periódico político” (Altamirano, 2011, p. 462). Este comentario data de septiembre de 1869, esto es, diez años después de haber sido promulgada la Ley de nacionalización de bienes eclesiásticos, entre los que debieron incluirse todos los acervos de libros impresos y manuscritos resguardados en las antiguas bibliotecas clericales, como la Palafoxiana.

 

La observación de Altamirano permite entrever no solamente el rezago en cuestión de adquisiciones de nuevas obras en la Palafoxiana, sino que también se refiere a la naturaleza del acervo que distaba mucho de ser de utilidad para la comunidad de una genuina biblioteca pública. Acerca de esto afirmó: “La mayor parte de las obras son de teología, cánones e historia eclesiástica; […] una colección de los Santos Padres, y centenares de pergaminos con obras místicas de poca utilidad” (Altamirano, 2011, p. 461). Podemos inferir que en esos tiempos el gobierno republicano decimonónico, brazo ejecutor del Estado (federal, centralista y después de la caída del Imperio nuevamente federal), no tuvo la posibilidad de convertir la Biblioteca Palafoxiana en una auténtica biblioteca pública. En cierto modo así fue por la esencia religiosa de los fondos bibliográficos que esa institución heredó, pues como se sabe, éstos provenían, desde su origen  hasta su consolidación, de importantes bibliotecas obispales. Altamirano (2011, p. 461) así lo corrobora al decir:

 

“La biblioteca antigua de Catedral, hoy aumentada considerablemente con la librería del obispo [Francisco Pablo (1831-1847)] Vázquez, es un inmenso salón que está junto al obispado, y cuyas paredes se hallan enteramente cubiertas por tres órdenes de estantes de libros […]”.    

 

El pobre desarrollo de las colecciones de ese centro bibliotecario de Puebla durante esas décadas se explica en cierto modo porque el panorama cultural de la segunda mitad del México decimonónico no fue favorable para superar el atraso que había en materia de imprentas, libros y lectura, por tanto tampoco lo fue en relación con asuntos concernientes a librerías y bibliotecas. En efecto, durante las primeras décadas de la república mexicana el rezago hizo mella en torno a esas instituciones culturales. Monsiváis y Toussaint, por ejemplo, coinciden al decir:

 

Un axioma de nuestro siglo XIX: el periodismo es el espacio por excelencia de la cultura, la gran posibilidad a mano de un país con mayoría absoluta de analfabetos, sin hábito generalizado de lectura de libros, con muy escasas librerías y bibliotecas públicas, sin casas  editoriales, sin maquinaria adecuada de impresión y costos altísimos de papel, con ediciones que a lo  sumo llegan a los 500 ejemplares. Sin periodismo no habrá lectores, no se difundirán la teoría política, la poesía, el  cuento, la crónica (Monsiváis, 2011, p. 13).

 

En gran parte la educación cívica y la propagación de los nuevos conocimientos se produjo por medio de las publicaciones [periódicas] ya que en esa época los libros eran artículos de lujo, difíciles de producir. Las bibliotecas eran propiedad de grupos privilegiados. Por ello la circulación de diarios, semanarios, revistas y publicaciones especializadas constituyeron la base para la formación de una cultura e identidad de la nación mexicana. (Toussaint, 2006, p. 24).

 

La afirmación de Monsiváis en relación con la escasez de bibliotecas al servicio del público que existían en el siglo XIX coincide en cierto modo con “el trabajo científico y estadístico” que elaboró Cruzado (1890, cuadro anexo), ya que este autor logró identificar solamente 60 “bibliotecas públicas” en el territorio nacional. Pero tengamos en cuenta que varias eran más bien bibliotecas escolares (Colegio de Estudios Preparatorios, Escuela Normal), y especializadas sobre diversas disciplinas (jurisprudencia, medicina, música, ingeniería, agricultura, bellas artes e historia) o “públicas” como la Biblioteca Palafoxiana y la Biblioteca Lafragua, ambas con tesoros bibliográficos antiguos ubicadas en el Estado de Puebla. Si es que bibliotecas, como apuntó Cruzado (1890, p. 15) “en donde los ciudadanos, en los momentos de reposo, se consagren a la lectura, no sólo de obras útiles, sino también para imponerse por medio de la prensa, del movimiento que los asuntos públicos siguen en toda la República y en el extranjero”, eran realmente escasas. Situación que concuerda con las apreciaciones de Toussaint al inferir el influjo que tuvieron, durante esos tiempos, los periódicos ante la carencia de libros y bibliotecas al servicio público de la ciudadanía. 

 

Asimismo, las aseveraciones de Monsiváis y Toussaint se complementan con otra apreciación que afirma que a mediados del siglo diecinueve las bibliotecas públicas existentes no eran suficientes ni eficientes en virtud que: “No tenían lugares indispensables para [la práctica de la] lectura.  Estaban mal atendidas, y sus acervos bibliográficos no respondían a los intereses intelectuales del público que asistía a ellas” (Lafuente, 1992, p. 75). Los testimonios acerca de la Biblioteca Palafoxiana que hemos venido exponiendo de diferentes autores son clara evidencia en este sentido. Así, observamos que ese centro bibliotecario de Puebla prácticamente no tuvo autores, títulos y temas en sus acervos ni otros recursos indispensables para: 1] fomentar el hábito de lectura de libros, 2] impulsar la educación cívica, y 3] divulgar los nuevos conocimientos. Por lo tanto, esa magna biblioteca religiosa no coadyuvó, con sus colecciones y servicios, a forjar una identidad cultural basada en el concepto de nación que comenzó a moldearse en el siglo XIX. 

 

Referencias

 

Altamirano, Ignacio Manuel. (2011). Las fiestas de septiembre en México y Puebla. Obras completas VII: crónicas 1. 2ª ed. México: Secretaría de Educación Pública. pp. 398-441

 

Cruzado, Manuel. (1890). Discurso sobre el origen de las bibliotecas públicas existentes en la República Mexicana. México, Oficina Tip. de la Secretaría de Fomento.

 

Lafuente López, Ramiro. (1992). Un mundo poco visible: imprenta y bibliotecas en México durante el siglo XIX. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Monsiváis, Carlos. (2011). Ignacio Ramírez Altamirano, cronista. En Obras completas [de] Ignacio Manuel Altamirano, VII: crónicas 1. 2ª ed. México: Secretaría de Educación Pública. pp. 9-30  

 

Toussaint Álcaraz, Florence. (2006). Libertad de imprenta en el siglo XIX, dos casos emblemáticos: la ley Lares y la ley Zarco. En Periodismo, siglo diez y nueve. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Ciencias Polïticas y Sociales. pp. 13-24 

 


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.