BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA PÚBLICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - XXXVIII

La Biblioteca Palafoxiana, en el marco de la biblioteca pública decimonónica en México, fue ajena tanto a los propósitos sociales como a los valores políticos de aquellas bibliotecas abiertas al público. Ese centro bibliotecario no se convirtió en un mecanismo cultural al servicio de las clases populares; su funcionamiento no siguió la senda misional ni civilizadora del bien común público; no se transformó en una agencia transmisora y divulgadora de la cultural nacional y universal; no acogió, después de su nacionalización, el diverso acervo bibliográfico que con el paso del tiempo fue siendo publicado en el país y en otras latitudes.

 

El sostén y la razón de ser de ese excelso recinto fue en esencia conservar y preservar el cúmulo de las joyas bibliográficas que desarrolló durante la prolongada hegemonía del clero en tiempos de la colonia. De modo que esa institución, como Biblioteca Pública del Estado, continuo operando en la alta esfera de la cultura letrada, dedicada a un público devoto a sus antiguas colecciones. Escritas en su mayor parte en idiomas inaccesibles para la población en general. Libros disponibles, por ende, para un público muy selecto.

 

Recordemos lo que Altamirano comentó - diez años después de la Ley reformista de 1859 - en materia de desarrollo de las colecciones llevada a cabo en esa institución poblana colmada de tesoros  bibliográficos: “apenas le llega uno que otro periódico político” (2011, p. 462). Esta situación se puede entender en cierta manera porque, como escribió este ilustre precursor de la instrucción primaria gratuita, laica y obligatoria:

 

Efectivamente, es preciso convenir en que sumando el número de libros que se han publicado en México, como producto original de la nación independiente, se encuentra: que la cantidad mayor pertenece a los del género religioso; luego sigue la de los libros de derecho y legislación; después la de los libros de versos, y al último vienen en fracciones mínimas los de ciencias; quiere decir, que primero somos devotos, luego legistas, luego poetas, y en último caso científicos y lo demás (Altamirano, 2002, p. 164).

 

Si es que es de dudar que el proyecto de adquisición “de nuevas obras” al que hace referencia Cruzado, en el plano de “nuestras bibliotecas públicas”, sea aplicable para el centro bibliotecario que en otros tiempos fuese esencialmente de carácter educativo-clerical. Punto de vista que coincide con lo que Iguíniz aseveró más tarde: “aunque el Gobierno casi no la ha fomentado, sin embargo, se ha preocupado por conservarla tal como la recibió de manos de la Iglesia” (1913, p. 296). Osorio coincide en cierto modo al afirmar:

 

[…] al iniciarse la segunda mitad del siglo XIX la Palafoxiana detuvo su crecimiento […]. Pero su destino fue más afortunado que el de las restantes bibliotecas que estuvieron en manos de la Iglesia en Puebla y en la República Mexicana; en tanto que todas sufrieron la dispersión y destrucción de sus colecciones, la Palafoxiana logró, aunque con pérdidas, mantener unido y casi indemne su acervo (1988, p. 94).

 

Desde entonces ese recinto se convertiría a la postre en una biblioteca-museo al servicio de “uno que otro aficionado a los estudios clásicos y a las antigüedades” (Iguíniz, 1913, p. 296). Tengamos en cuenta, por ejemplo, que a finales del siglo XX Torre Villar (1998, p. 384) al escribir acerca del acervo bibliográfico de Puebla fue explícito en este sentido al afirmar: “La principesca biblioteca de Palafox se encuentra convertida en Museo”. Con base en esta perspectiva histórica, la Biblioteca Palafoxiana no se ajustó plenamente en el escenario práctico del ideario democrático liberal inherente al servicio público de biblioteca. Parece que el hado de ese centro bibliotecario fue aún, en el México moderno, seguir siendo una institución alejada si bien ya no de “lo público” sí de “el público”, es decir, distanciada de un genuino carácter social, propio de toda biblioteca pública que comenzó a gestarse en el siglo XIX en otros países, como en Inglaterra.

 

La nominación de la Palafoxiana como Biblioteca Pública del Estado fue solamente una conquista de la reforma política. En este caso, la Ley del 12 de julio de 1859 “propició la creación de una imagen de biblioteca pública como custodio de acervos bibliográficos inservibles” (Lafuente, 1992, pp. 73-74). Por tanto, la Biblioteca Palafoxiana no fue un recurso apropiado para la comunidad necesitada de biblioteca de uso público. En virtud de que la inmensa cantidad de sus libros habían pertenecido a colecciones obispales para así satisfacer necesidades religiosas, esa entidad bibliotecaria no pudo, ya como biblioteca estatal, fomentar el acceso democrático a la cultura impresa. Esta situación la entendemos pues, acorde con la valoración histórica de la biblioteca accesible al público, en ese tiempo la conversión de las bibliotecas clericales a bibliotecas públicas fue tanto más accidentada como claramente contradictoria. Por ejemplo, en un escrito en torno al patrimonio bibliotecario del México decimonónico se asevera:

 

En la época liberal, los acervos conventuales que no se pierden se declaran públicos, empiezan a ser atendidos por bibliotecarios y ofrecen sitios ad hoc para leer. La apertura al público de las bibliotecas es la gran innovación del XIX. En 1876 llegan a veinte las bibliotecas mexicanas accesibles a todo el mundo. Entre todas suman 236.000 volúmenes, muchos repetidos y la gran mayoría de índole religiosa, pese a la tesitura laica de las autoridades (González, 1993, p. 290).

 

Ciertamente, la Biblioteca Palafoxiana formó parte de la tendencia favorable para inaugurar el servicio público de biblioteca en México; fue protagonista cultural del movimiento de Reforma. Pero como elemento de la política adherida a los principios y valores de una república liberal en ciernes, la naturaleza de los acervos de esa institución bibliotecaria colisionó con el espíritu laico de las reformas liberales. La separación de los asuntos públicos de los religiosos, como fundamento del Estado laico, impactó sobre la nacionalización de los bienes bibliográficos del clero, pero estas colecciones estuvieron lejos de promover el uso de las primeras bibliotecas declaradas como públicas por la simple razón de que estaban saturadas, como la biblioteca fundada por Juan de Palafox y Mendoza, de fondos bibliográficos clericales, antiguos y con escasos libros en español. No obstante, la etapa de la Reforma tuvo un significado muy especial pues en su transcurso nace la noción de Biblioteca Pública del Estado con la Palafoxiana. Idea que evolucionó hasta definirse como aquella biblioteca de titularidad estatal dependiente de algún órgano de gobierno de la Administración Pública.  

 

Referencias

 

Altamirano, Ignacio M. (2002). La literatura nacional: revistas, ensayos, biografías y prólogos. México: Editorial Porrúa. Tomo III.  

 

Altamirano, Ignacio Manuel. (2011). Las fiestas de septiembre en México y Puebla. Obras completas VII: crónicas 1. 2ª ed. México: Secretaría de Educación Pública. pp. 398-441

 

Cruzado, Manuel. (1890). Discurso sobre el origen de las bibliotecas públicas existentes en la República Mexicana. México, Oficina Tip. de la Secretaría de Fomento.

 

González, Luis. (1993). El libro en la vida cultural de México. En Enrique Florescano (compilador). El patrimonio cultural de México. México: Fondo de Cultura Económica. p. 285-301

 

Iguíniz, Juan B. (1913). La Biblioteca Palafoxiana de Puebla. Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología. No. 5, pp. 289-300.

 

Lafuente López, Ramiro. (1992). Un mundo poco visible: imprenta y bibliotecas en México durante el siglo XIX. México: Universidad Nacional Autónoma de México

 

Osorio Romero, Ignacio. (1988). Historia de las bibliotecas en Puebla. México: SEP, Dirección General de Bibliotecas.

 

Torre Villar, Ernesto de la (1998). Los libros en Puebla. Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas. Vol. 3, núms. 1 y 2. 


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.