BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

LENGUAJE, EDUCACIÓN, PODER Y ESTADO: ESTRUCTURA IDEOLÓGICA PREHISPÁNICA II

El lenguaje registrado en los códices, lenguaje de imágenes de hermoso colorido, fueron símbolos que dan cuenta del mundo que habitaron los antiguos mexicanos. Con ese lenguaje de dibujos, las civilizaciones mesoamericanas lograron dar significado a su existencia. Trazando con sabiduría y precisión su cosmos, forjaron estilos propios para expresar una gran diversidad de concepciones consideradas hoy de gran quilate. Sabemos que la enseñanza oral y la memorización de textos fueron formas de transmisión cultural y preservación del saber indígena de esos tiempos, las cuales no pudieron prescindir de sus libros de pinturas y sitios para organizarlos a su manera y conservarlos a buen resguardo. De tal suerte que:

 

Varios de los cronistas indígenas y de los frailes historiadores llegados a raíz de la Conquista, se refieren al modo de cómo la enseñanza oral y la memorización de textos en las escuelas prehispánicas servía de complemento insustituible en la transmisión y preservación de las historias y doctrinas contenidas en los códices. (León-Portilla; 1984, p. 20).    

 

El estudio del mito, la imagen, el rito; la apreciación de los gobernantes sabios y carismáticos, así como la valoración de los emblemas respecto al poder de los pueblos mesoamericanos, vistos a través de aquellos héroes que fundaron ciudades e instauraron reinos paradigmáticos y crearon otras manifestaciones culturales de importante relieve, debió ser parte de esa educación que combinó eficazmente los recursos orales con los escritos, pues se asevera, por ejemplo: “Las crónicas que han sobrevivido sobre el final de Tula son naturalmente versiones aztecas, recitadas interminablemente en la escuela de los nobles y guerreros, el calmécac, y transmitidas a lo largo de los siglos de generación en generación.” (Davies; 1988, p. 150); es decir: “Los últimos habitantes de la Tula imperial, después adoptados como antecesores por los aztecas, fueron inmortalizados en las pinturas de los códices y en las leyendas orales como seres formados en un molde heroico.” (Davies; 1988, p. 153). No hay duda así que la gran empresa de organizar el Estado y el liderazgo político de sus gobernantes se apoyó esencialmente en la estructura social e ideológica de la educación. Una manera más explícita, respecto a la relación que existió entre el lenguaje oral y el escrito, se aprecia al afirmar:

 

Así como la palabra se pronuncia y es aliento, también el libro es dechado, portador de verdad y saber. Hoy sabemos que sobre todo los mayas llegaron a desarrollar una forma completa de escritura. Esa escritura, acompañada de pinturas en sus libros, era... el otro principal medio para trasmitir las enseñanzas en las antiguas escuelas indígenas. Palabra hablada, palabra escrita, tradición oral y libro, conllevan lo más alto del pensamiento y los ideales de una cultura. (León-Portilla, 2005, p. 222).

 

La relación entre la antigua tradición oral y el soporte de los libros nativos se reconoce plenamente cuando se afirma: “La oralidad y los viejos libros de pinturas y caracteres fueron ciertamente un binomio inseparable en el universo cultural de Mesoamérica.” (León-Portilla, 2003, p. 139). El nexo así entre los códices y la elocución viva de la palabra no solamente se suscitó en las escuelas sacerdotales, sino que fue un fenómeno que se practicó en una gran diversidad de contextos sociales (ceremonias, fiestas, etcétera) que configuraba el universo cultural mesoamericano. De tal modo: “Una y otra vez, a lo largo de la vida cotidiana, los libros son mencionados, son vistos, son consultados.” (León-Portilla, 2003, p. 69). Observamos de esta manera que la vinculación entre la oralidad y los libros en el ámbito educativo prehispánico fue de suma importancia, pues se sabe: “Las relaciones históricas, los himnos, los poemas, debían aprenderse de memoria, y los libros servían de recordatorio. Este era uno de los puntos principales de la enseñanza que daban a los jóvenes los sacerdotes en el calmécac.” (Soustelle; 1970, p. 233). De tal suerte que los libros autóctonos, al mantener una estrecha relación con la transmisión oral de conocimientos, debieron presentar en el contexto de sus usuarios características semánticas y formas posibles de lectura que aún hoy en día desconocemos.

 

El binomio de la antigua tradición oral y el soporte de los códices o libros de pinturas y caracteres en el universo cultural prehispánico se distingue al deducirse: 

 

En dicho binomio tuvieron hombres y mujeres prehispánicos no sólo un admirable medio para preservar y comunicar sus conocimientos, sino también un arte con muestras tan extraordinarias como las que contemplamos en los trazos multicolores de las páginas de sus manuscritos y en la belleza de los cantos, plegarias, discursos y relatos que han llegado hasta nosotros. (León-Portilla, 2003, p. 142).

 

Este punto de vista, se afirma cuando se expresa: “La historia y la mitología se transmitían por tradición oral, ayudada por los códices, que más que una escritura propiamente dicha, tal como ahora la entendemos, era un medio para recordar los acontecimientos al que sabía la relación de memoria.” (Caso; 1971, p. 110). En este sentido, la fuerza creadora del lenguaje, oral y escrito, derivó entonces en la creación de una gran variedad de obras, tanto en la ciencia y la técnica como en la historia y el arte. El poder del lenguaje, vinculado en general con el refinamiento cultural de las grandes civilizaciones de Mesoamérica, tuvo especial influjo en la organización política y social, en la filosofía de la vida individual y colectiva, así como en el universo de la religión, pues ésta penetraba prácticamente todos los actos de las esferas pública y privada. El lenguaje oral-escrito, como instrumento combinado y esencial de comunicación social, permitió regular todas las actividades del individuo. Fue, desde la remota antigüedad de la cultura olmeca, el supremo recurso de la estructura social y, con el paso de los siglos, el mecanismo intelectual formidable para la construcción del poder ideológico del Estado. En esta perspectiva, el binomio integrado por la tradición oral y el soporte de los libros de pinturas se contempla como una importante relación, pues se asevera:

 

[...] como uno de los rasgos característicos de la civilización mesoamericana, además del soporte de la memoria, la oralidad tenía el de las pinturas y signos glíficos en los códices. Entre los mixtecos, nahuas y otros, las pinturas acompañadas muchas veces por glifo, toponímicos y antroponímicos, fueron elemento fundamental como apoyo de la memoria. En el mundo maya, no obstante que se desarrolló una escritura logo-silábica capaz de expresar cualquier texto, las pinturas e imágenes en los códices, vasos de cerámica, estelas y  en otros monumentos mantuvieron asimismo por siglos su carácter de soporte. (León-Portilla, 2003, p. 123).

 

Consecuentemente las bibliotecas autóctonas en ese cuadrante también debieron ser parte esencial de esa función, además de las funciones importantes de preservación y difusión de técnicas, artes, destrezas, talentos, hábitos, costumbres, creencias, responsabilidades, sentimientos y patrones de comportamiento hasta entonces apreciados. Esas casas de libros, como parte estructural de las formas de educación, favorecerían la memoria y la generación de ideas y técnicas básicas y avanzadas. Conocimientos que constituyeron no solamente habilidades manuales sino también habilidades intelectuales. El pensamiento estético de los antiguos mexicanos y los vestigios de grandeza que nos legaron las civilizaciones mesoamericanas en cuanto a pirámides, esculturas, bajorrelieves, pinturas, vasijas, joyas, etcétera, es fruto seguramente del saber que acumularon en sus libros vernáculos. Desde esta óptica, los espacios documentales prehispánicos, con el cúmulo de acervos producidos por las manos de los tlacuilos, diestros en la tradición de la escritura-pintura, fueron rasgos distintivos de la educación indígena.    

 

Así, por este doble procedimiento, transmisión y memorización sistemática de las crónicas, los himnos, poemas y tradiciones y el de trascripción de las ideas fundamentales sobre la base de la escritura y el calendario prehispánicos, preservaban y difundían los sacerdotes y sabios su legado religioso y literario. (León-Portilla; 1984, p. 15).    

 

El nexo libros-escritura en la sociedad prehispánica configuraría, como sucede de manera más sofisticada en las sociedades modernas, la ligazón enseñanza-aprendizaje, proceso intelectual para la adquisición-generación de conocimiento esmerado que fuese la base y columna de la formación de una cada vez más compleja estructura político-social; complejidad de transmisión y asimilación tanto en los terrenos de la composición oral como los de la diversidad de modos de expresión pictográfica, ideográfica y fonética. Maneras que, pese a los avances eruditos en la materia, la mirada occidental no logra todavía terminar de comprender. El proceso de educar para recordar, con base en el uso de los libros nativos, fue entonces de suma importancia puesto que:

 

[...] los códices históricos, xiuhámatl, “libros de años”, del mundo náhuatl prehispánico, redactados a base de una escritura principalmente ideográfica e incipientemente fonética, dan testimonio del gran interés que ponían, entre otros, nahuas y mayas por preservar el recuerdo de los hechos pasados de alguna importancia. Complemento de lo anterior eran los textos fielmente memorizados en sus centros prehispánicos de educación, donde se enseñaban a los estudiantes, además de otras cosas, las viejas historias acerca de cuanto había sucedido, año por año, tal como se consignaba en sus códices.   (León-Portilla; 2007, p. XIII).    

 

Las materias impartidas, como se lee en un texto en náhuatl, eran el arte del bien hablar – in cualli-tlahtolli –, los cantos que llamaban cantos divinos siguiendo el camino de sus libros – in cuicatl in quilhuia teucuicatl amoxotoca –, los libros de los días y los destinos – in tonalpohualli –, libros de los sueños – in temicamatl – y los anales o libros de los años, ihuan xiuhamatl. (León-Portilla; 2006, p. 160).

 

La educación desde el prisma expuesto, a través de sus elementos materiales e intelectuales, fue el pilar fundamental para que los pueblos antiguos mesoamericanos crecieran y maduraran, pues mediante ese proceso lograron formas de vida peculiares de una sociedad, cuyos miembros compartían fines, creencias, conductas, costumbres, ideologías, valores y cultura en general. En este sentido, la educación prehispánica, a través del lenguaje oral y escrito, tuvo como objetivo esencial formar individuos capaces para desempeñarse como miembros útiles en el cosmos de la Administración Pública del Estado y como sujetos aptos a servir a la comunidad y a la familia. Con este telón de fondo, la educación desde aquellos tiempos fue un proceso de integración del individuo en la sociedad, entendida ésta como la asociación de personas con objetivos comunes que ejercen influencia en el desarrollo individual y colectivo, en torno a problemas sociales, culturales, políticos, económicos, educativos y otros.

 

Esos elementos de la educación prehispánica, tales como el códice, la escritura, la escuela, el maestro, el tlacuilo, etcétera, estuvieron estrechamente vinculados, como sucedió en el contexto de otras culturas milenarias, con el poder del lenguaje y éste con el poder político y religioso. Estos componentes, propios de una avanzada estructura ideológica de Estado, fueron absolutamente necesarios para el desarrollo no sólo de la ciencia y la técnica sino también de la filosofía y el arte en el contexto prehispánico. En suma, de todo género de conocimiento. 

 

La historia de la educación de las civilizaciones mesoamericanas, como fenómeno social, constituye una línea de investigación compleja en tanto que se articula con la historia del lenguaje, de la escritura jeroglífica y de los soportes prístinos destinados a conservar la memoria indígena, la información expresada en jeroglíficos.     

 

Finalmente, con esta parte concluyo la reflexión:

 

LA CULTURA BIBLIOGRÁFICO-DOCUMENTAL: ENTRE LA DE LINAJE COLONIAL Y LA DE RAÍZ INDÍGENA EN EL CONTEXTO MESOAMERICANO

 

Misma que inicié en julio de 2008 con el escrito: 

 

LAS BIBLIOTECAS NOVOHISPANAS: ARMAS DE DOMINACIÓN AL SERVICIO DEL ESTADO COLONIAL

 

Si bien, continuaré con esta investigación histórico-social, a partir del mes de mayo, para efectos de mi columna Bibliotecas, Sociedad y Estado, aportaré otros temas.

 

Referencias

 

Caso Alfonso. (1971). El pueblo del sol. México: Fondo de Cultura Económica.

 

Davies, Nigel. (1988). Los antiguos reinos de México. México: Fondo de Cultura Económica.

 

León-Portilla, Miguel. (2007). La visión de los vencidos: relaciones indígenas de la conquista. 29ª ed. Corregida y aumentada. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

 

-------------. (2006). Obras de Miguel León Portilla. Tomo 1II. Herencia cultural de México. México: Universidad Nacional de México; el Colegio Nacional.

 

--------------.  (2005). Aztecas-Mexicas: desarrollo de una civilización originaria. Madrid: Algaba Ediciones.

 

--------------. (2003). Códices: los libros antiguos del nuevo mundo. México: Aguilar.

 

--------------. (1984). Literaturas de Mesoamérica. México: Secretaría de Educación Pública.

 

Soustelle, Jacques. (1970). La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista. México: Fondo de Cultura Económica. 2nd ed.


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.