BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA CÍVICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA

Este fenómeno se vincula con el compromiso cívico (civic engagement) y la participación ciudadana (civic participation). Lo cívico está vinculado con los actos individuales y las acciones colectivas, destinadas a identificar y llevar a cabo asuntos de interés público. En el marco de este arquetipo interviene la sociedad civil, conformada en un conjunto diverso de organizaciones e instituciones con una clara inclinación cívica para actuar de manera independiente o en coordinación con alguna institución gubernamental. Esta organización civil trabaja de forma voluntaria con el fin de lograr cambios sociales que apunten a mejorar la vida de la población.   

 

En la literatura anglosajona este prototipo gira alrededor de palabras clave como: civic library (Schull, 2004), civic librarianship (Shuler, 1996; McCabe, 2001) y civic literacy (Kranich, 2005), en cuyo entramado conceptual percibimos la palabra civics (educación cívica). El peso específico de esta naturaleza de educación reside en formar ciudadanos como actores políticos con las capacidades y habilidades necesarias para influir en la esfera pública y no solamente orientada para preparar personas con sentimientos patriotas y sujetos amantes de los símbolos patrios (Tapia, 2003, p. 40). Este tipo de educación entonces adquiere dos perspectivas: 1] la formación del ciudadano a través de la transmisión de los valores, los conocimientos y las prácticas que demanda la vida, el gobierno y el Estado en democracia; y 2] la enseñanza de un civismo ideológico en el que se destaca el valor del patriotismo a través de sus emblemas. Ambas orientaciones están basadas en estudios y análisis discursivos, reflexivos e informativos que precisan de libros, revistas y periódicos, impresos y electrónicos, en consecuencia, la educación cívica necesita de servicios bibliotecarios. El poder de la educación con referencia a la identidad cívica, principalmente el de la escuela pública, se articula con el poder cívico de la biblioteca pública. Se trata de construir, mediante la relación escuela-biblioteca, “la excelencia cívica como un ejercicio de «renuncia de sí mismo» con «preferencia continua del interés público» (Rosales, 2000, p. 117).    

 

Se observa así que el paradigma cívico de la biblioteca, en general, y el de la biblioteca pública, en particular, está creando nuevos escenarios de reflexión para la práctica social y política de esta institución, a tal grado que se asevera que la «civic library» es un modelo de participación para el siglo XXI (Schull, 2004). El pensamiento referente al valor cívico se ha extendido así a otros tipos de bibliotecas, tales como las escolares (Kranich, 2006) y académicas (Kranich, Reid, Willingham, 2004; Shuler, 2007). De tal modo que no solamente al sistema educativo nacional le corresponde promover la formación cívica del ciudadano, sino también al sistema bibliotecario nacional. Esto implica que la formación cívica de la ciudadanía no es únicamente un asunto pedagógico, sino también bibliotecológico en tanto requiere de espacios institucionales con acervos bibliográficos organizados y servicios públicos bibliotecarios al alcance de mujeres y hombres.

 

En razón de esto, el individuo, la familia, el grupo, la sociedad y la humanidad requieren del principio de educar para la vida, por ende, necesitan principalmente de escuelas, colegios, universidades y bibliotecas. Respecto a estas últimas se afirma: “Las nuevas iniciativas de participación cívica en curso ofrecen la oportunidad perfecta para que las bibliotecas cumplan con sus roles tradicionales de promoción de la educación cívica y la garantía de una ciudadanía informada”. (Kranich, 2005, p. 89). Por lo tanto, la sociedad necesita saber, como un punto de gran relevancia, cómo y dónde obtener la información pertinente para la solución de sus asuntos individuales y colectivos más apremiantes. 

 

El referente cívico en torno a la biblioteca pública en realidad no es nuevo, ya que desde hace tiempo se piensa que los servicios de información ciudadana (información doméstica, legislativa, judicial y de negocios) es una forma en que se pueden organizar mejor los servicios de las bibliotecas públicas, con el fin de construir así una «opinión pública» mejor informada (Adimorah, E. 1978, p. 38). Desde esta perspectiva, esta institución bibliotecaria puede ser apreciada como una fuerza social que ayude a nutrir la naturaleza y el ejercicio de la opinión pública, en coordinación con otras fuerzas (Herbst, 1998, p. 14) que constituyen este fenómeno ciudadano. Es por esto que si bien este modelo apunta a renovar la función social de estas bibliotecas, también es cierto que se trata de recobrar el espíritu cívico de estas instituciones que a lo largo del siglo XX comenzó a diluirse debido a la práctica de la filosofía del neoliberalismo. 

 

Desde un amplio panorama, este paradigma perfila a la  biblioteca como: 1] espacio cívico, 2] foro público, 3] centro de información ciudadana, 4] club de lectura para toda la comunidad, 5] partícipe en el servicio público y 6] habilitadora de la alfabetización cívica (Kranich, 2005, pp. 94-98). Consecuentemente, el discurso de la «civic library» se identifica con la reivindicación del protagonismo de la sociedad civil, misma que se observa como una estructura social de necesidades colectivas que requiere el potencial del entendimiento y la práctica de virtudes cívicas, las cuales permitan configurar un humanismo cívico, esto es, actitudes que fomenten la responsabilidad social de las personas y de las comunidades ciudadanas con el fin de orientarlas en el desarrollo de la vida política (Llano, 2005, p. 15). En este sentido,  restaurar la participación ciudadana y revivir el espíritu del compromiso cívico a través de la creación de espacios idóneos, como las bibliotecas públicas, son los objetivos superiores de este paradigma que se ha venido gestando con particular énfasis en el presente siglo. 

 

Si este molde de biblioteca pública exige forjar conductas cívicas, entonces el fomento de la participación ciudadana y la promoción de la acción cívica son fenómenos que están estrechamente relacionados con el paradigma democrático de este tipo de centro bibliotecario. En efecto, la relación «humanismo y bibliotecas» se enlaza con la unidad  «bibliotecas y democracia», y estas relaciones conceptuales es posible asociarlas, a su vez, con la concepción teórica y práctica del humanismo cívico, en tanto que estos nexos conceptuales se configuran en «humanismo, democracia y bibliotecas» al aseverarse:

 

La biblioteca se encuentra en servicio al público, para informar y ayudar a que se convierta en un electorado bien informado y racional [...].

Al proporcionar la información necesaria a todos los ciudadanos, especialmente a los más desfavorecidos, la biblioteca presta su apoyo a la realización de los ideales democráticos: contribuye a la formación de un electorado informado capaz de tomar decisiones racionales. (Cossette, 2009, pp. 42  y 56).

 

En concordancia con el perfil que caracteriza a este modelo, se distingue que la «civic librarianship» concede un valor central a lo público. Es un modo de pensar social tanto en materia de los servicios públicos bibliotecarios (los concernientes a los que están distribuidos en el complejo sector público) como en asuntos referentes a los servicios bibliotecarios al  público que prestan, acorde con la práctica bibliotecaria, las bibliotecas generales no solamente a una comunidad tradicional, pasiva o indiferente de usuarios ante hechos que atañen a la esfera pública, sino también a una comunidad que integra el conglomerado de una ciudadanía educada, informada y activa. En este sentido: “La biblioteca pública fue creada para ampliar la participación pública en la educación y la participación en la vida cívica y no sólo para atender las necesidades de los ciudadanos educados ya activos en la vida cívica”. (McCabe, 2001, p. 127). Nivel superior al que aspira el pensamiento y la acción de la biblioteconomía cívica. Este nuevo modo de pensar es, vinculado con el humanismo cívico, el “que cuadra con las exigencias de la sociedad del conocimiento y con las percepciones de la sensibilidad posmoderna” (Llano, 2005, p. 21). Así que toda biblioteca pública que asuma con responsabilidad su trabajo cívico está obligada, según este paradigma, a avanzar hacia la construcción de una comunidad ciudadana capaz de actuar positivamente en relación con sus derechos y deberes.      

 

Si aceptamos la idea de que vivimos la era de la información y del conocimiento, entonces se exige que la sociedad tenga a su alcance sistemas de información bibliográfica capaces de actuar como mediadores entre el acervo de documentos y el individuo con compromisos cívicos; entre las colecciones de libros, revistas y periódicos, impresos y electrónicos, y la diversidad de grupos con cometidos sociales y políticos. Está correspondiendo, por ende, a las instituciones bibliotecarias públicas ofrecer espacios, recursos y servicios idóneos para que la información se difunda y sea usada para así poder generar ciudadanía con conocimiento apta para vivir mejor. Crear y poner en marcha, en suma, proyectos de formación e información ciudadana es una responsabilidad cívica bibliotecaria. Por todo esto, el paradigma cívico de la biblioteca pública se entronca con el paradigma ciudadano, el que a través del mismo se está construyendo de manera explícita el valor cívico de las bibliotecas. Así las cosas, la construcción de la civilidad no corresponde solamente a la escuela y al docente, como a veces se afirma (Pineda, 2010, p. 41), sino también a la biblioteca y al bibliotecario, entre otras instituciones y otros protagonistas de la sociedad y del Estado. Dicho de otra manera, no solamente al Sistema Educativo Nacional le corresponde promover la formación cívica del ciudadano, sino también al Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas, e incluso a otros tipos de bibliotecas (escolares y universitarias). La educación cívica de la ciudadanía no es, por ende, únicamente asunto pedagógico, sino también bibliotecológico; no es solamente asunto de los diversos grupos que conforman la sociedad sino también de quienes personifican los poderes públicos.

 

Conforme a este orden de ideas, el profesional de la bibliotecología está convocado, por el bien de todos, a planificar, impulsar y poner en marcha proyectos de administración bibliotecaria que se acoplen a la satisfacción de la necesidad social de fomentar ideas y conductas cívicas entre la ciudadanía. Desde este punto de vista, la biblioteca pública se define, a través de sus servicios, colecciones y recursos a disposición de la sociedad, “como la fuerza del conocimiento” (Ciccarello, 2008, p. 60). Si el ejercicio pleno de la ciudadanía requiere, según la tradición republicana, educación, y este proceso de enseñanza-aprendizaje demanda información, la práctica cívica de los ciudadanos debe ser cultivada mediante una educación basada en el uso de los servicios públicos bibliotecarios y de información. 

 

Para tal efecto, se estima necesario que la biblioteconomía cívica lleve a cabo varias tareas con la finalidad de restablecer el marco filosófico del bibliotecario público y desarrollar una serie de estrategias que apunten hacia la acción. Las tareas que se sugieren son las siguientes:

 

- Restaurar la confianza de los bibliotecarios y administradores públicos en el ejercicio de la autoridad social.

- Renovar la misión histórica de la biblioteca pública de la educación para una sociedad democrática.

- Desarrollar la biblioteca pública como centro de la comunidad.

- Desarrollar estrategias para construir comunidades a través del servicio de bibliotecas públicas.

- Usar los servicios y las colecciones para satisfacer las necesidades tanto sociales como individuales.

- Fortalecer los esfuerzos políticos de los bibliotecarios y administradores públicos. (McCabe, 2001, p. 79).

 

 Con base en el análisis y la reflexión de estas siete tareas es como se afirma que: 

 

La biblioteconomía cívica busca fortalecer a las comunidades a través de estrategias de desarrollo que renueven la misión de la biblioteca pública de la educación para una sociedad democrática. Al igual que el periodismo cívico, la biblioteconomía cívica reafirma los valores tradicionales de los profesionales mediante el uso de nuevas estrategias digitales que responden a las necesidades de la sociedad contemporánea. (McCabe, 2001, p. 77. Cursivas del autor).

 

De tal manera que el paradigma cívico de la biblioteca pública apunta hacia el desarrollo de una ética de servicio a la comunidad, cuyo compromiso social debe estar inspirado en restablecer ideales de servicio para favorecer el bien común o no solamente para fomentar el bien individual. Recuperar la misión de la biblioteca pública en el sentido de ayudar a mujeres y hombres ser mejores ciudadanos, implica trabajar con la mira de que esta institución se convierta en la práctica en una eficaz agencia cívica (Willingham, 2008).

 

 

Referencias

 

Adimorah, E. (1978). Civic information services: a recomendation for African public libraries. Bendel Library Journal. 1 (2): 38-41

 

Ciccarello, Domenico. (2008). Bertoli Civic Library.  Biblioteche Oggi. 26, (5): 60-61

 

Cossette, André. (2009). Humanism and libraries: an essay on the philosophy of librarianship. Duluth, Minnesota, Library Juice Press. 75 p.

 

Herbst, Susan. 1998. Reading public opinion: how political actors view the democratic process. Chicago, The University of Chicago Press.

 

Kranich, Nancy. (2006). The civic mission of school libraries. Knowledge Quest. 36 (4): 10-17

 

Kranich, Nancy. (2005). Civic partnerships: the role of libraries in promoting civic engagement. Resource Sharing & Information Networks. 18 (1/2): 89-103

 

Kranich, Nancy; Reid, Michele; Willingham, Taylor. (2004). Civic engagement in academic libraries: encouraring active citizenship. College and Research Libraries News. 65 (7): 380-388

 

Llano, Alejandro. (2005). Humanismo cívico. Barcelona, Editorial Ariel. 256 p.

 

McCabe, Ronald B. (2001). Civic librarianship: renewing the social mission of the public library. Lanham, Maryland, The Scarecrow Press, 2001. 171 p.

 

Pineda Pineda, Ignacio. (2010). Educación y ciudadanía en la sociedad del conocimiento. Multidisciplina. 3ª Época, (6): 31-43

 

Rosales, José María. (2000). La educación de la identidad cívica: sobre la relaciones entre nacionalismo y patriotismo. En: Ciudadanía, nacionalismo y derechos Humanos. Madrid, Editorial Trotta. pp. 117-132.

 

Schull, Diantha. (2004). The civic library: a model for 21st century participation. Advances in Librarianship. Vol. 28. pp. 55-81 

 

Shuler, John A.  (1996). Civic librarianship: possible new role for depositary libraries in the next century? Journal of Governmnet Information. 23 (4): 319-425

 

Shuler, John A. (2007). Information policy: the civic value of academic libraries and the open source university. Journal of Academic Librarianship. 33 (2): 301-303

 

Tapia Nava, Erika. (2003). Socialización y educación cívica en los niños. México, Instituto Mora. 253 p.

 

Willingham, Taylor L. (2008). Libraries as civic agents. Public Library Quarterly. 27 (2): 97-110


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.