BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA POLÍTICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - X

En esta parte, con la cual finalizamos el paradigma político de la biblioteca pública en tiempos de guerra, se enfatiza el papel que desempeñaron los War Information Centers (WIC) dentro de las bibliotecas públicas en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Como se infiere, la creación y el funcionamiento de esos centros tuvieron una estrecha relación con las situaciones de emergencia que derivaron en la organización propia a la defensa urgente de una nación en guerra. En esta contextura, las bibliotecas públicas fungieron como centros de información oficial para todas las actividades relacionadas con el programa del Council of National Defense. Corporación creada como política presidencial y activada, en consecuencia, como política de Estado.

 

Recordemos que la política bibliotecaria de la American Library Association (ALA) durante esa conflagración se ajustó, en su calidad de organismo nacional, a las necesidades bélicas del Estado. Para tal efecto esa asociación acordó, a través de su Consejo Ejecutivo, que las bibliotecas públicas y de otros tipos debían figurar como «centros de información de guerra», para así apoyar las políticas tanto de defensa civil como de defensa militar. Categorías que configurarían la política consustancial a la de  defensa nacional que exigió la dinámica de ese conflicto bélico internacional.

 

Esta problemática se ilustra con la publicación de Unger y Shorey (1942) intitulada National Defense and the public library. Antecedente que se vincula en cierto modo con el documento National defense: a select list of books in the Brooklyn public library (1917), publicado durante la Primera Guerra Mundial. Esta práctica de antaño pronto se puso en marcha en la Segunda Guerra Mundial pero de manera más amplia y detallada con el libro Guide to Library Facilities for National Defense, producto del Joint Committee on Library Research Facilities for National Defense. Robert B. Downs, presidente de ese organismo, en la introducción discute el origen, la preparación, el alcance y la finalidad de la guía. Ese proyecto de referencia fue un esfuerzo conjunto de varios cientos de bibliotecas para describir en aquel tiempo los fondos bibliográficos institucionales que entonces tenían en existencia sobre temas relacionados con la defensa nacional. Entre aquellas bibliotecas destacarían las grandes bibliotecas públicas, universitarias y especializadas de todo tipo. Y para mejorar esa publicación, se solicitó la contribución de más bibliotecas para publicar una segunda edición, la cual también estuvo a cargo de Carl L. Cannon (1941). No obstante, Downs escribió para la edición revisada: “No pretende ser una guía completa para las bibliotecas del país, sino que pretende ser una guía de recursos bibliotecarios para la defensa nacional, ampliamente interpretada”. (Cannon, 1941, p. 10). Así, la guía fue distribuida a todas las bibliotecas y oficinas gubernamentales. La primera edición incluyó aproximadamente 500 bibliotecas, la segunda cerca de 750 (Cannon, 1941, p. 407).

 

Las expectativas en torno a esa obra de consulta fue demostrar la importancia de tener al alcance guías bibliográficas similares sobre determinadas colecciones de bibliotecas para responder a las necesidades de libros en materia de defensa nacional (Culver y Milan, 1941, p. 58). El concepto «necesidades de libros» significó entonces libros referentes al entrenamiento y capacitación para el trabajo de defensa que debían ser conocidos y estar disponibles o que debían ser escritos y publicados (Culver y Milan, 1941, p. 59). El poder del libro como instrumento de referencia, estudio y análisis se combinó así con el poder de la biblioteca como institución organizadora y suministradora de información apropiada para afrontar los desafíos inmanentes a la defensa de la nación. 

 

De modo que la relación «biblioteca pública y defensa nacional» en tiempos de guerra respondió a una extraordinaria situación que se elevó a rango de emergencia nacional (Merril, 1940; Evans, 1941; Culver, 1941). Desde esta perspectiva, observemos ahora más de cerca el peso que tuvo el recurso de la información, oficial o extraoficialmente, en el contexto de la biblioteca pública estadounidense durante esos años de guerra. En esas coordenadas de tiempo y espacio la ALA fue, como continuaremos exponiendo, un organismo activo en torno a las actividades relacionadas con la política que adoptó en materia de defensa nacional (Culver y Milan, 1941), particularmente en el desempeño de las bibliotecas generales, es de decir, las destinadas para todos.

 

Las actividades políticas en relación con la defensa nacional que desarrolló los Estados Unidos para rechazar o enfrentar los eventuales ataques militares de los Estados de Eje (Japón, Alemania e Italia) en su propio territorio, demandaron que la ALA se pronunciara al respecto: “Más allá de las rutinas normales esenciales que contribuyen al eficiente servicio de biblioteca, son muchas las medidas de emergencia que han surgido de las necesidades específicas de una nación en guerra total” (Suggested Activities for Wartime Library Service, 1942, p. 6). Esta visión supuso la subordinación de la política bibliotecaria estadounidense a la guerra; implicó poner a disposición del Estado en guerra los recursos bibliotecarios indispensables para vencer al enemigo hasta lograr la victoria absoluta. Para atender esas medidas de emergencia nacional y satisfacer las inhabitúales necesidades causadas por la guerra mundial, esa asociación procuró la política de crear y organizar centros de información de guerra en el marco de los servicios bibliotecarios, destacándose los de las bibliotecas públicas. Espacios en los que se pretendió reunir y propagar los documentos emanados de las oficinas gubernamentales que necesitaba la comunidad para saber y conocer el seguimiento de la guerra.      

 

En efecto, la política de la ALA concerniente a convertir las bibliotecas en general y las bibliotecas públicas en particular en centros de información de guerra encontró eco tanto en la Office of Civilian Defense (OCD), dependiente de la Office of Emergency Planning (OEP), como en la Executive Office del presidente de los Estados Unidos de ese entonces: Franklin Delano Roosevelt. La política federal, mediante la OCD, consideró necesario que las bibliotecas estadounidenses fuesen «arsenales de información de defensa». Con este telón de fondo, la política presidencial convocó formalmente para que esas instituciones participaran en la defensa de la nación. 

  

En enero de 1942 la ALA publicó su nacional platform en la que instó a que el organismo oficial competente designase a una biblioteca en cada comunidad como WIC. Ese organismo oficial que podía nombrar a una biblioteca para que funcionara como un WIC era el consejo local de defensa. También exhortó para hacer sistemática y oportuna la distribución de las publicaciones gubernamentales relacionadas con la guerra. Información oficial que tenía que estar disponible para toda la comunidad (Libraries and war: a nacional platform, 1942, p. 4) a través de ese tipo de centros. En torno a esta política, se sabe que las bibliotecas públicas que fungieron como centros de información de guerra debieron convertirse en espacios receptores y difusores de publicaciones oficiales que con urgencia se producían en las prensas gubernamentales. De tal modo que esas bibliotecas asumieron el papel de agencias activas de propaganda, tal como aconteció en ese país durante la Primera Guerra Mundial (Wiegand, 1989). La documentación oficial que recibían los WIC debió ser abundante si se toma en cuenta que a mediados de aquel conflicto bélico había unas cincuenta oficinas gubernamentales que emitían información, reglamentos y comunicados, así como grupos cívicos nacionales que publicaban información relevante y de interés actual (The library’s war job, 1943, p. 157) en torno a los problemas complejos de la guerra.

 

En relación con el funcionamiento de las bibliotecas públicas como centros de información de guerra, la ALA planteó una serie de sugerencias. Así, en el documento  Suggested activities for wartime library service (1942) esa asociación refirió propuestas concernientes al desarrollo de varias actividades para apuntalar esencialmente el programa de defensa civil, por lo que recomendó que las bibliotecas se desempeñaran como  fuentes oficiales para facilitar la documentación gubernamental. Especialmente las publicaciones destinadas a procurar los actos sistemáticos de defensa, es decir, para: informar oportunamente a los consejos locales de defensa; comunicar a los civiles las regulaciones en momentos de urgencias y transmitir asuntos sobre educación cívica; elaborar directorios y archivos sobre instituciones gubernamentales; confeccionar tablones informativos sobre la guerra; suministrar información a la industria; cooperar con la Cruz Roja; y difundir completo el programa de biblioteca de guerra entre las organizaciones, industrias y funcionarios a través de la radio, prensa y panfletos. En suma, la información tocante al conflicto bélico tenía que fluir mediante el servicio que debían ofrecer aquellos centros de información de guerra. Así que para contribuir a la victoria, el gremio bibliotecario estadounidense consideró pertinente satisfacer las necesidades de su nación en guerra. De modo que el acopio, la organización, la distribución y la difusión de la información en torno a la contienda fueron actividades relevantes que llevaron a cabo aquellas bibliotecas públicas.    

 

Para saber el funcionamiento de los WIC, consideremos grosso modo el caso de las  bibliotecas sucursales de la New York Public Library. En febrero de 1942 los planes comenzaron a ponerse en marcha para convertir esos centros bibliotecarios en espacios destinados a procurar la información pertinente a los tiempos de guerra. John (1942, p. 73) a través de su breve artículo, patrocinado por el Committee on War Information and Education Services, nos ilustra al respecto. Las actividades que esos centros de información se esperaba realizaran en el marco del quehacer bibliotecario público fueron:

 

1] desarrollar  directorios completos tanto de las organizaciones civiles y militares, como de los centros de inscripción de voluntarios e industrias dedicadas a la defensa,

2] compilar las publicaciones oficiales recientes de defensa para su respectiva difusión, circulación y distribución gratuita,

3] montar exhibiciones de las publicaciones referentes a la defensa, incluidas aquellas sobre temas de nutrición, salud, orientación al consumidor y precauciones en situaciones de ataques aéreos,

4] prestar las salas de las bibliotecas para diversas actividades relacionadas con los grupos de defensa y

5] patrocinar emisiones de discursos y anuncios de importancia.

 

En esta perspectiva de trabajo, especial cuidado se tuvo en relación con las colecciones de literatura técnica al considerar: “Los mejores libros técnicos estarán disponibles fácilmente a los trabajadores de las industrias de defensa, y su uso se verá estimulado por la publicidad” (John, 1942, p. 73). En caso necesario esas bibliotecas sucursales debían recurrir a la cooperación de otros tipos de instituciones bibliotecarias. 

  
Como un centro de información, la biblioteca sucursal contará con la ayuda de las diversas bibliotecas universitarias y especializadas en las cercanías para suministrar información de naturaleza más técnica y detallada que necesiten los trabajadores de la defensa y los funcionarios del gobierno. Cada sucursal será la sede de la Victory Book Campaign (John, 1942, p. 73).


La función de información se vio favorecida también por la función de propaganda que los WIC desempeñaron. De tal suerte que se aseveraría: “Todas las instalaciones publicitarias en el sistema de las bibliotecas sucursales se convertirán en el problema de la defensa para acostumbrar a los ciudadanos a acudir a la biblioteca como centro de información” (John, 1942, p. 73). A pesar de todas las actividades de información -propaganda que debían realizar los WIC, originadas por el Estado de emergencia, se procuró no descuidar el trabajo bibliotecario tradicional, como el destinado a los niños, jóvenes y adultos en tiempos de paz. En todo caso, aquellas bibliotecas tuvieron la tarea de mantener la moral en alto, tanto de forma individual como grupal de la sociedad en general. Aunque naturalmente la administración de los recursos para el desarrollo de las colecciones de obras literarias de ficción y libros para niños tuvo que modificarse en concordancia con las necesidades imperantes que marcaron aquellos tiempos de guerra. Al respecto se afirma: 

 

La concepción de defensa también tuvo un alcance pragmático, pues se consideró que los libros eran necesarios para la defensa. Debía adquirirse menos ficción y libros para niños, los cuales tradicionalmente representaban entonces más del 80 por ciento de circulación de la biblioteca pública (Becker, 2005, p. 7). 

 

Los libros necesarios para la defensa fueron aquellos que podían ser utilizados como herramientas para la capacitación pertinente de los trabajadores que laboraban en la industria bélica; libros que orientaran a los operadores castrenses en los preparativos de la defensa militar, además de la defensa civil. La fabricación de más y mejores fusiles, aviones y artillería para el campo de batalla requería conocimiento técnico y científico, sencillo y sofisticado. En razón a estas eventualidades muchas bibliotecas enfrentaron nuevas demandas (Merrill, 1940, pp. 607-608). Asimismo, los libros relacionados con temas de protección civil, guerra química, refugios antiaéreos, instructivos para ataques aéreos serían algunos de los temas en cuanto a defensa de la población.

 

El programa de defensa nacional requirió de formación industrial, por tanto la necesidad de libros técnicos que las bibliotecas públicas podían prestar, mediante un servicio de circulación constante, fue un asunto de gran relevancia. Para tal efecto, se recurrió al desarrollo de programas cooperativos entre las bibliotecas públicas y éstas con bibliotecas especializadas. Los acervos de lectura técnica (libros, revistas, folletos y otros tipos de documentos públicos) para los trabajadores y funcionarios debían estar disponibles (Merrill, 1940, p. 608). En todo caso, las bibliotecas públicas como centros de información pudieron anticiparse a las necesidades de los usuarios y así mostrar los bibliotecarios a la sociedad su capacidad de cómo ayudar mediante el suministro de materiales. Aunque no siempre marcharon bien las cosas, pues la falta de comunicación y la diversidad de puntos de vista producían desacuerdos. No obstante, se asevera que “un espíritu de cooperación prevaleció entre las bibliotecas y otras instituciones” (Spencer, 2008, p. 140).

 

Para mayor detalle sobre los WIC se sugiere leer los artículos de Danton (1942, 1942a, 1942b) en los que discute las actividades bélicas de las bibliotecas públicas que observó en una serie de visitas que hizo de costa a costa en los meses de mayo, junio y julio de 1942. En el primer artículo intitulado Public Library War Information Centres muestra el panorama general sobre varios aspectos de esos centros, tales como: la ubicación y configuración, las funciones, los materiales, el personal, la publicidad y el horario (Danton, 1942, p 501-507). Espacios en que: “Los bibliotecarios salvaguardaron documentos, hicieron planes de emergencia, coleccionaron material de defensa, respondieron preguntas, produjeron bibliografías y planearon el uso de instalaciones de manera que sus comunidades realmente  necesitaban” (Spencer, 2008, p. 140). Esto reafirma lo escrito en párrafos anteriores.

 

En concordancia con lo expresado, se puede concluir que tanto los líderes de ese Estado como de esa sociedad tuvieron absoluta confianza en los libros y las bibliotecas para alcanzar la victoria definitiva. El poder de los libros (sin menos cabo de las revistas y los periódicos) como objetos transmisores de ideas y valores, y la fuerza de las bibliotecas públicas como instituciones compiladoras, organizadoras y difusoras de la información bibliográfica, fueron asuntos tácticos y estratégicos que no pasaron inadvertidos para los dirigentes gubernamentales ni para los directivos del gremio bibliotecario. Los libros, las bibliotecas y sus bibliotecarios se considerarían así importantes recursos para hacer frente a las contingencias que implicaron la política de defensa nacional (defensa civil + defensa militar). El desempeño de los centros de información de guerra, en la esfera de las bibliotecas públicas estadounidenses, es un claro ejemplo en este sentido. Así, esas instituciones bibliotecarias se convirtieron en armas informativas de guerra.    

 

 

Referencias

 

Becker, Patti Clayton. (2005). Books and libraries in American Society during World War II. New York: Routledge.

 

Brooklyn Public Library. (1917). National defense; a select list of books in the Brooklyn public library. Brooklyn, N.Y.

 

Cannon, Carl L. (Ed.) (1941). Guide to Library Facilities for National Defense. Rev. ed. Chicago, American Library Association. 448 p.

 

Culver, Essae M.; Milan, Carl H. (1941). National defense activities and the A. L. A. American Library Association Bulletin. 35 (2): 53-63

 

Culver, Essae Martha. (1941). The emergence of libraries. American Library Association Bulletin. 35 (7): 410-413

 

Danton, Emily Miller. (1942). Public library war information centers. American Library Association Bulletin. 36 (8): 500-507

 

----------. (1942a). Victory begins at home. American Library Association Bulletin. 36 (9): 535-546

 

----------. (1942b). The library orients the citizen. American Library Association Bulletin. 36 (11): 598-606

 

Evans, Luther H. Reference Librarians and the present emergency. American Library Association Bulletin. 35 (3): 142-144

 

John, Francis R. St. (1942). War information centers. American Library Association Bulletin. 36 (2): 73.

 

Libraries and the War: a national platform. (1942). American Library Association Bulletin. 36 (1): 4-5

 

Merrill, J. W. The Library's job in the national emergency. American Library Association Bulletin. 34 (10): 607-608

 

The library’s war job. (1943). American Library Association Bulletin. 37 (5): 156-158

 

Spencer, Brett. (2008). Preparing for an air attack: libraries and American air raid defense during World War II. Libraries & The Cultural Record. 43 (2): 125.147

 

Suggested activities for wartime library service. (1942). American Library Association Bulletin. 36 (1): 6-10

 

Unger, Nell Avery; Shorey, Catherine Abigail. (1942). National Defense and the public library.  Chicago: American Library Association. 47 p.

 

Wiegand, Wayne A. (1989). An active instrument for propaganda: the American Public Library during World War I. New York: Greenwood Press.


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.