EL PARADIGMA PÚBLICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - XLII
La Biblioteca Palafoxiana fue estatalizada en concordancia con la expropiación de los bienes eclesiásticos autorizada por el gobierno liberal; la Biblioteca Nacional de México se fundó con base en la determinación de la legislación emanada de este mismo sistema gubernamental. Así, el logro de lo público de esas instituciones bibliotecarias se debe a la participación política de Ignacio Ramírez durante el movimiento de la Reforma. Por esto, ambas bibliotecas en la esfera pública del Estado son corporaciones derivadas de la praxis de hombres con ideales republicanos y con amplios y profundos conocimientos y plenas convicciones en torno al concepto de «servicio público», forma suprema que fue moldeando las nociones de «servicio cívico» y «servicio social» en la creación de instituciones públicas dedicadas al cultivo de una nueva identidad cultural. Destacándose entre esos personajes El Nigromante, exponente de ideas avanzadas que comúnmente ha pasado inadvertido en la historia tanto de esa Biblioteca Nacional como de la otrora Biblioteca del Seminario Tridentino de Puebla.
En el marco del triunfo de los liberales, la Biblioteca Palafoxiana fue importante protagonista de la transformación del servicio bibliotecario que se suscitó en el contexto de la República restaurada. No obstante, como parte de aquellas vetustas bibliotecas clericales, la Palafoxiana poco debió aportar en cuanto a colecciones idóneas para satisfacer necesidades individuales y colectivas de la incipiente comunidad lectora que entonces existía. En este sentido son notorias las discordancias que se produjeron en torno al nexo «bibliotecas, lectura y sociedad». Las atribuciones culturales, educativas y administrativas del Estado, al requerir de organismos de ejecución estatal al servicio del interés común de la sociedad, contrastaron con la realidad bibliotecaria del país, pues “[…] las viejas bibliotecas corporativas difícilmente podían llenar las necesidades de los grupos sociales que, cada vez en mayor número, exigían acceso a la lectura: ni su estructura ni sus colecciones permitían que se transformaran en bibliotecas públicas” (Osorio; Llanes; Berenson, 1995a, p. 18).
Circunstancia que se ejemplifica muy bien con el caso de la Biblioteca que perteneció, como reducto del poder intelectual-episcopal en tiempos de la colonia, al Real y Pontificio Seminario Tridentino de Puebla. Así que el desajuste más evidente fue que el servicio de biblioteca, destinado durante siglos a la formación de la clerecía, no fue apto para la construcción de una ciudadanía educada e ilustrada que precisaba tanto la institucionalidad como la institucionalización de la República. González (1993, p. 290) advierte este hecho contradictorio cuando escribe:
En la época liberal, los acervos conventuales que no se pierden se declaran públicos, empiezan a ser atendidos por bibliotecarios y ofrecen sitios ad hoc para leer. La apertura al público de las bibliotecas es la gran innovación del XIX. En 1876 llegan a veinte las bibliotecas mexicanas accesibles a todo el mundo. Entre todas suman 236 000 volúmenes, muchos de ellos repetidos y la gran mayoría de índole religiosa, pese a la tesitura laica de las autoridades.
Ante esta dificultad, los liberales tuvieron dos opciones, de acuerdo con Osorio, Llanes y Berenson (1995a, p. 19): 1] modificar la estructura de las viejas bibliotecas y actualizar sus colecciones con el fin de satisfacer la demanda de los grupos emergentes que veían en la educación la condición previa para lograr y apuntalar la libertad; y 2] fundar nuevas bibliotecas para crear un sistema o conjunto de bibliotecas escolares y públicas, capaces de promover el hábito de la lectura y satisfacer la necesidad de la comunidad con libros modernos y selectos. Si bien la Biblioteca Palafoxiana pudo transitar de acuerdo con la primera alternativa, no logró evolucionar en realidad como una biblioteca pública pese a ser nominada como “pública del Estado”. Por el contrario, se fue perfilando en el México independiente como un centro bibliotecario museístico, pues la principal función que comenzó a desempeñar en el contexto de la República fue la de conservar su rico acervo novohispano. En razón de esto se afirma que la única biblioteca eclesiástica que se mantuvo intacta con el paso del tiempo fue la Biblioteca Palafoxiana en Puebla (Peñalosa, 1953, p. 118). Esta evidencia sigue manteniéndose hoy en día.
Referencias
González, Luis. (1993). El libro en la vida cultural de México. En Enrique Florescano (compilador). El patrimonio cultural de México. México: Fondo de Cultura Económica. pp. 285-301
Osorio Romero, Ignacio; Berenson Gorn, Boris. (1995). Biblioteca Nacional de México. En José G. Moreno de Alba y Elsa Ramírez Leyva, coords. Historia de las bibliotecas Nacionales de Iberoamérica: pasado y presente. México: Universidad Nacional Autónoma de México. pp. 325-363
Osorio Romero, Ignacio; Llanes Arenas, Lorena; Berenzon Gorn, Boris. (1995a). Monografía de la Biblioteca Nacional de México. Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas. No. 7, pp. 17-43
Peñalosa, Fernando. (1953). The development of libraries in Mexico. The Library Quarterly: Information, Community, Policy. Vol. 23, no. 2, pp. 115-125