BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA PÚBLICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - IV

Con base en las dos categorías que Gerard establece en relación con las «subscription libraries» (1980, p.205), es factible apreciar la desigualdad social estructurada en materia de «bibliotecas y lectura» que existía entonces. Como bienes y servicios socialmente valorados por las diferentes clases sociales de la época, esas bibliotecas se crearon y desarrollaron conforme a determinados grupos horizontales, pero diferenciados verticalmente. El acceso a esas bibliotecas semipúblicas, durante su apogeo en los siglos XVIII y XIX, refleja poder, prestigio y privilegio por parte de quienes podían crearlas, desarrollarlas y usarlas. De modo que esos servicios bibliotecarios de suscripción ayudarían a institucionalizar la desigualdad con especial consistencia y coherencia.    

 

Como se puede argüir en torno al caso de la primera modalidad, los lectores-suscriptores eran sumamente privilegiados en el sentido que ellos debieron ser personas con cierto poder económico e intelectual, tanto para formar parte accionaria de la biblioteca y de los comités de selección de libros como para solicitar obras en calidad de préstamo. Las prácticas de uso y de extensa membresía, orientadas por el valor de la gratuidad, eran aún una quimera. Si bien el número de suscriptores variaron entre esos espacios de lectura, la cantidad de suscriptores a veces no alcanzó la cifra de 100; otros lograron tener el número no tan irrisorio de 300 o 400 inscritos.

 

Aquellas bibliotecas, que surgieron en cantidad considerable a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, se consideran como una versión más formal de los clubes de lectura o de las sociedades de lectura que habían florecido durante el mismo periodo (Forster y Bell, 2006, p. 147). En efecto,  “la mayoría de las bibliotecas de suscripción tuvieron un origen diferente de las bibliotecas circulantes. Muchas evolucionaron a partir de pequeños clubes privados del libro durante el siglo XVIII y compartieron muchas de sus características” (Eliot, 2006, p. 125). Así, el abonado debía pagar su ingreso y una suscripción anual para poder disfrutar el derecho a leer los libros de esas colecciones (Forster y Bell, 2006, p. 147), creadas y desarrolladas por y para quienes pertenecían a un orden social diferenciado y jerárquicamente superior, es decir, para la clase pudiente de la sociedad. Observamos así que dentro de la formación social capitalista, la clase dirigente de esos tiempos no solamente poseía y controlaba los medios materiales de producción, sino que también procuraba poseer y controlar en cierto modo los medios intelectuales de producción. Ventaja que aprovecharía la burguesía de aquella época para cultivarse y de esta manera extender aún más su dominación de clase.

 

En efecto, conforme al origen y desarrollo del primer modelo de bibliotecas que expone Gerard, ellas estuvieron al servicio de los grupos sociales que constituían la clase dominante. Esto tiene un claro matiz sociológico. Forster y Bell aseveran que los miembros fundadores de las bibliotecas de suscripción, creadas en Inglaterra e Irlanda, provenían de la nobleza o de la aristocracia terrateniente, muy raramente eran artesanos. En consecuencia, abogados, médicos, comerciantes, fabricantes, banqueros, profesores, clérigos, tenderos, políticos, impresores, libreros y en algunas bibliotecas sus esposas e hijas, eran quienes formaban la mayor parte de la lista de los suscriptores (2006, p. 151). Si bien las primeras bibliotecas privadas de suscripción en Gran Bretaña (Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales) fueron creadas por y para la clase media acomodada (la burguesía), también tempranamente aparecieron en la escena las working-class subscription libraries, pero éstas fueron bastante excepcionales (Kelly, 1966, p. 127), en contraste con las middle-class subscription libraries. Por esto, las bibliotecas de suscripción, cuyos antecedentes giran en torno a los clubes privados de lectura, están asociadas todavía a una esfera privilegiada de acceso a los libros. 

 

La división de clase en materia de bibliotecas pioneras de protipo semipúblico que se crearon en Gran Bretaña, durante los siglos XVIII y XIX, se entiende cuando Kelly reafirma en su libro Early public libraries:

 

La mayoría de las bibliotecas que crecieron antes de 1800 estaban dirigidas a las necesidades de la clase media - alta burguesía, clero, maestros de escuela, profesionales, comerciantes acomodados. El rasgo característico […] posterior a 1820, es el incremento en la provisión [de servicio de biblioteca] para el pueblo más humilde  para el empleado, el artesano, el operario, el pequeño comerciante. Este cambio está directamente relacionado con el avance de la educación popular, con el cambio político y económico y con la disponibilidad de literatura barata (1966, pp. 185-186).

 

Así, en relación con el segundo caso que apunta Gerard, el servicio de biblioteca fue más incluyente pero no lo suficiente para llegar con plenitud a las clases populares, incluso a toda la clase media. No obstante, hay indicios que ese servicio de biblioteca comercial estuvo incluso al alcance, en determinadas circunstancias, de algunas poblaciones necesitadas. Empero, el pago de cuotas de suscripción y por cada volumen prestado pudo ser un serio impedimento para tener acceso, por parte de los grupos sociales más pobres, a las colecciones de esas bibliotecas. Creadas comúnmente por libreros, el costo variaba en relación con el número de volúmenes y el tiempo de préstamo de cada uno, como fue el caso de la biblioteca circulante J. S. Penn en Austin, Texas, en que la tarifa se incrementaba por ambos factores (Metzger, 1986, p. 232). Como organizaciones comerciales, sus tasas de suscripción se debieron ajustar en gran medida al libre mercado de la época. De modo que el lector podía suscribirse anual, trimestral o mensualmente, o incluso mediante una tarifa diaria. Las suscripciones de periodos más cortos contribuían con frecuencia para que pequeñas bibliotecas circulantes sirvieran a zonas más pobres o en bibliotecas de una actividad comercial con tendencia estacional (Eliot, 2006, p. 125). Desde esta perspectiva, las bibliotecas circulantes sirvieron más a los intereses generales de lectura de la gente común, en contraste con las bibliotecas de suscripción que estuvieron principalmente al servicio de la clase adinerada. Desde esta perspectiva sociológica, “lo público” en relación con esos dos tipos de bibliotecas debe acortarse así, entre comillas.

 

Referencias

 

Eliot, Simon. (2006). Circulating libraries in the Victorian age and after. En: Edited By Alistair Black and Peter Hoare. The Cambridge history of libraries in Britain and Ireland. Volumen II 1850-2000. Cambridge: Cambridge University Press. pp. 125-145

 

Forster, Geoffrey; Bell, Alan. (2006). The subscription libraries and their members. En: Edited By Alistair Black and Peter Hoare. The Cambridge history of libraries in Britain and Ireland. Volumen II 1850-2000. Cambridge: Cambridge University Press. pp. 147-168

 

Gerard, David E. (1980). Subscription libraries (Great Britain). En: Edited by Allen Kent. Encyclopedia of library and information science. Vol. 29. New York: Marcel Dekker. 

 

Kelly, Thomas. (1966). Early public libraries: a history of public libraries in Great Britain before 1850. London: The Library Association.

 

Metzger, Philip A. (1986). A circulating in the Southwest: J. S. Penn in Austin, Texas. The Journal of Library History. 21 (1): 228-239

 


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.