BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA PÚBLICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - XVII

La anquilosada administración bibliotecaria en el México virreinal, estuvo relacionada con la represión administrativa que ejercieron los aparatos dominantes a lo largo de los tres siglos de coloniaje. La moral, el intelecto y la mentalidad de la sociedad colonial se moldearon mediante la rigidez de la vida clerical y civil. Los aparatos de total opresión y tiranía, la Iglesia católica y el Estado monárquico, actuaron mancomunadamente a través de la estructura institucional que crearon las autoridades religiosas y civiles con el duradero objetivo de controlar el acceso a la información bibliográfica.

 

Los recursos documentales de censura fueron los índices o catálogos de libros prohibidos (Ramos, 2011, p. 51), como el Index Librorum Prohibitorum et Derogatorum. Obra de consulta para evitar y combatir la difusión de ideas contrarias a los intereses de la ortodoxia romana y papal. En concordancia con el contexto del periodo colonial se produjo, en efecto, “la corriente de represión bibliográfica”, caracterizada por una “política oficial persecutoria” (Perales, 2002, p. 28 y 32) durante los tiempos de Juan de Palafox y Mendoza.   

 

De manera que la mancuerna Iglesia-Estado fundó el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en la Nueva España para llevar a cabo una censura legal y absoluta. Aparato opresor que se dedicó a defender las creencias dogmáticas ortodoxas y a pugnar contra las conductas heréticas e ideas heterodoxas. Dispositivo represor que apoyó los decretos papales para expurgar y prohibir libros. Estas prácticas debíeron implicar la revisión meticulosa, siguiendo la ruta desde la navíos que partían de los puertos peninsulares con cajones de libros hacia América hasta el arribo de la obras a las librerías o bibliotecas existentes en la Nueva España con el propósito de expurgar o confiscar las obras prohibidas (Mathes, 1982, p.32; Ramos, 2011, p. 58). De tal suerte que la censura se sumó a las restricciones tradicionalistas del servicio bibliotecario de la época. Marco social represivo y conservador del que no escapó la Biblioteca Palafoxiana en su intento acotado de asistir a un público a todas luces eclesiástico-académico, por lo tanto, aventajado en relación con el resto de la sociedad novohispana. 

 

Todos los protagonistas de la cultura del libro y la lectura: autores, editores, comerciantes, libreros, bibliotecarios y lectores estuvieron en riesgo ante los inquisidores del Santo Oficio. En esta contextura Greeleaf afirma: “Los comerciantes que importaban libros de la metrópoli para venderlos en la Nueva España y los impresores en la Colonia estaban sometidos a una reglamentación severa y a la censura de la Iglesia y el Estado” (1981, p. 199). Esto sugiere pensar que el último eslabón de la censura clerical-estatal eran las visitas inquisitoriales a las bibliotecas institucionales y privadas para encontrar libros prohibidos que comerciantes, impresores y compradores habían logrado burlar durante la ardua revisión de los calificadores y comisarios de la Inquisición. Al respecto se sabe: “La Inquisición utilizaba agentes para inspeccionar librerías y aún las bibliotecas personales” (Turberville, 1949, p. 115). Recordemos que la palabra «librería» se usaba en esos tiempos comúnmente en lugar del vocablo «biblioteca». Durante esa larga etapa de represión bibliográfica, la Biblioteca Palafoxiana debió padecer, directa o indirectamente, confiscaciones de «literatura nociva» ejecutadas por el censor omnipresente.

 

Con base en lo anterior, las bibliotecas novohispanas, como la Palafoxiana, se inscriben en un determinado contexto histórico-social que operó en medio de lo que implicó el dominio español. La visión de la potencia hegemónica en torno al  libro y la lectura se caracterizó por el modo vital extensivo y orientado mediante las conservadoras formas tanto del clero secular como del clero regular. La concepción teocéntrica, eclesiástico-colonial durante los años de la Nueva España, giró en torno a las prácticas de la Iglesia católica.

 

Así, los actos concernientes a los libros ofensivos, sospechosos y perniciosos figuraron como libros condenados en los esquemas represivos de ese aparato ideológico, aliado del Estado imperial español. Más aún, los hechos respecto a los libros prohibidos y libros quemados (Turberville, 1949, p. 115-117; Greeleaf, 1981, p. 197-202) en esos años representan la censura libresca inquisitorial que comenzó a mediados del siglo XVI y se extendió hasta las primeras décadas del siglo XIX, dando origen a gran cantidad de edictos (Trabulse, 1982, p. 12). El bibliógrafo e historiador José Toribio Medina escribió al respecto que en México “el empeño de los Inquisidores para perseguir a los libros y a los lectores continuó todavía en los primeros años del  siglo XIX, y aún con más tenacidad si cabe.” (1952, p. 337). Es sumamente ilustrativo el intolerante entorno colonial en el que se creó y desarrolló la  Biblioteca Palafoxiana: 

 

Las bibliotecas coloniales eran el más completo reflejo de su época; instituciones en lo general de carácter religioso, en las que naturalmente predominaban las ciencias eclesiásticas, filosóficas y canónicas, y en cuyo anaqueles o cajones, como entonces se les llamaba, jamás tenían cabida, no sólo las obras en que directa o indirectamente se atacaban los dogmas y disciplina de la Iglesia, la moral y las buenas costumbres y las regalías de su majestad, sino hasta aquellas que sin caer en las censuras eclesiásticas, el gobierno juzgaba peligroso poner en manos de sus súbditos americanos, debido a lo novedoso de sus materias o a otra circunstancia. (Iguíniz, 1998, p. 179).

 

Ámbito del que no estuvo al margen la Biblioteca Palafoxiana. Por esta contextura, también resulta difícil aceptar que el servicio de biblioteca pública en México sea un hito de la época colonial. La relación Iglesia-Gobierno funcionó como el principal eje institucional para poner en marcha la maquinaria colonial de un Estado imperial, caracterizado por sus crueles prácticas de dominación y explotación. Estructura social y política adecuada para la constitución de bibliotecas monásticas, virreinales, coloniales, pero inapropiada para el desenvolvimiento de plenas bibliotecas públicas. Estos visos históricos corroboran que estas últimas solamente se han logrado crear y desarrollar en los diversos sistemas políticos estructurados cuya fisonomía de gobierno corresponde a los Estados democráticos y republicanos. 

 

En la Biblioteca Palafoxiana no figuró la técnica medieval del «libro encadenado» como se practicó en las bibliotecas monásticas, catedralicias o universitarias durante una parte de ese periodo histórico de la civilización occidental. Pero sí se usó, como lo afirmó Palafox, “estantes con su rejería de alambre”. Medida de protección que se instaló para proteger los fondos bibliográficos, es decir, como dispositivo para evitar el acceso abierto a la estantería por parte de los lectores novohispanos, lo que impedía elegir libre y directamente las obras. Para tal efecto, el material de lectura debía ser  solicitado al personal bibliotecario, quien fungía como el vigía de la colección y el guardián de la biblioteca. En relación con esta manera de preservar más que de servir al selecto público, podemos sumar el punto de vista de Iguíniz que escribió en torno a las bibliotecas coloniales, categoría en la que se identifica el recinto en cuestión: “Si los libros no estaban encadenados materialmente como en las bibliotecas medievales, sí lo estaban moralmente en virtud de la estricta prohibición que bajo pena de excomunión mayor, existía para extraerlos y retenerlos fuera, sin permiso de los superiores, disposición que era religiosamente acatada por no caer en las censuras de la Iglesia”. (1998, p. 181). En esta contextura, aquella biblioteca poblana no llevó a cabo importantes innovaciones en materia de administración bibliotecaria pública, pues las políticas innovadoras entonces eran inadmisibles, tales como la implementación de los servicios: 1] estantería abierta y 2] préstamo de libros fuera del recinto.  

 

La creación de la Biblioteca Palafoxiana en 1646 se debe al interés de clase y no solamente a un interés educativo inocuo de quien fuera además virrey de la Nueva España y miembro perteneciente al orden episcopal. Nos referimos a Juan de Palafox y Mendoza, donante de su acervo para la creación de esa institución cerrada de lectura. Sabemos que el virreinato de la Nueva España, entorno social y político de ese centro bibliotecario novohispano, se caracterizó también por la segregación racial. Las minorías sociales que compartían o se disputaban los recursos materiales e intelectuales, base y columna para el ejercicio de los poderes civiles y clericales, eran dos minorías blancas: por un lado, los “gachupines” o peninsulares al servicio de la corona española; por el otro, los criollos, dueños de los medios de producción y acumulación de riqueza (tierras, haciendas y comercios). Minorías dominantes y leales a la monarquía. Desde una arista diferente, la inmensa mayoría de los miembros pertenecientes a los grupos sociales subalternos, conformados por mestizos, indígenas, negros, mulatos y otros, seguramente no tuvieron la oportunidad cultural, social y humana de usar los servicios de las bibliotecas, entre ellas la Biblioteca Palafoxiana. Por lo que la pretensión de Palafox de conformar una “librería pública y común” en donde “los pobres puedan cómodamente estudiar” (Torre, 1960, p. 46) se sugiere considerarla tan solo como un ideal que las políticas represivas del Estado-Iglesia, contra las instituciones y los actores de la cultura bibliográfica, se encargaron de imposibilitar.           

 

Referencias

 

Greenleaf, Richard E. (1981). La inquisición en nueva España: siglo xvi. México: Fondo de Cultura Económica.

 

Iguíniz, Juan B. (1998). Las bibliotecas mexicanas. El libro, epítome de bibliología. México: Porrúa. pp. 173-193

 

Mathes, Miguel. (1982). Santa cruz de Tlatelolco: La primera biblioteca académica de las américas. México: Secretaria de Relaciones Exteriores.

 

Medina, José Toribio. (1952). Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en México. 2ª ed. México: Fuente cultural.

 

Perales Ojeda, Alicia. (2002). La cultura bibliográfica en México. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Ramos Soriano, José Abel. (2011). Los delincuentes de papel: inquisición y libros en la Nueva España (1571-1820).  México: Fondo de Cultura Económica; Instituto Nacional de Antropología e Historia.

 

Torre Villar, Ernesto de la. (1960). Nuevas aportaciones acerca de la Biblioteca Palafoxiana. Boletín de la Biblioteca Nacional. 2ª época, 11 (1): 35-66

 

Trabulse, Elías. (2002). Armario de Letras. La Biblioteca Palafoxiana en los siglos XVII y XVIII. En Buxó, José Pascual (Ed.). Juan de Palafox y Mendoza: imagen y discurso de la cultura novohispana.  México: Universidad Nacional Autónoma de México. pp. 535-541

 

Turberville, Arthur S. (1949). La inquisición española. México: Fondo de Cultura Económica.


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.